"OTRO MUY DEVOTO HACIMIENTO DE GRACIAS": el poder del agradecimiento, namasté
"OTRO MUY DEVOTO HACIMIENTO DE GRACIAS"
POR EL BENEFICIO DE NUESTRA REDENCION, REPARTIDO EN SIETE ORACIONES, EN LAS CUALES SE HACE UNA BREVE CONMEMORACIÓN DE TODOS LOS PASOS Y MISTERIOS DE LA VIDA DE JESUCRISTO
Aviso para esta tercera manera de oración y ejercicio.
Sabida cosa es que entre todas las maneras de oraciones y devociones que hay, una de las más principales es la meditación de la Sacratísima Pasión de nuestro Redentor; ésta suelen meditar las personas devotas en muchas maneras.
Unos por vía de compasión, otros de imitación, otros de agradecimiento de este sumo beneficio, otros para encenderse más en amor de Dios, considerando cuánto los amó, y otros para aborrecer más el pecado mirando lo mucho que hizo que destruirlo.
La más fácil entre éstas es la que procede por vía de agradecimiento, y la que más abre camino para todas las demás.
Y ésta es la que se trata en las siete oraciones siguientes, las cuales puede cada uno rezar cada día, como unas siete horas canónicas de la Pasión, procurando hacer con la mayor atención y devoción que le sea posible, y deteniéndose en los pasos donde su ánima sintiere mayor provecho.
* I *
Adórate, ¿oh gloriosa, resplandeciente y serenísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, Dios uno, esperanza mía, lumbre mía, descanso mío, alegría mía, vida mía y todo mi bien. Gracias te hago, Señor, que me hiciste a tu imagen, y aunque te ofendía, me sufriste; escapásteme de muchos peligros, e hicísteme innumerables mercedes.
Padre piadoso, yo, para enmienda y descuenta de todos los pecados míos, y de mis prójimos, ofrezco la santísima Encarnación de tu muy amado Hijo, y su Nacimiento, y todo lo que viviendo hizo y muriendo padeció, su Resurrección y Ascensión.
Ofrézcote todos sus trabajos, miserias, abatimientos, afrentas, golpes, llagas, dolores y angustias con que fué quebrantado. Ofrézcote la preciosa sangre suya, que por nosotros derramó. Ofrézcote su humildad y paciencia, su caridad e inocencia, su mansedumbre y obediencia.
¡Oh Padre, oh Hijo, oh Espíritu Santo, Dios mío que estás dentro de mi!,
dame que ni otra cosa pueda pensar, ni otra cosa querer ni hablar, sino lo que te es agradable.
Concédeme que yo, y todos los hombres siempre hagamos tu querer. Haz, Señor, que todos te agradezcamos y seamos una cosa contigo, para que puedas tener tus deleites en nosotros.
Yo deseo y debo loarte, Señor; pero pues no puedo hacerlo dignamente, pídote que Tú a Ti perfectísimamente glorifiques en mi. Pídote que todos los momentos que yo viviere, durmiendo o velando, sean consagrados y santificados a Tí, y que Tú los recibas por muy agradables alabanzas tuyas.
Pater noster, Ave María.
* II *
Adórate, alabo y glorifícote, Señor Jesucristo; bendígote y doite gracias, Hijo de Dios vivo, que quisiste por mí ser concebido por obra del Espíritu Santo en el castísimo vientre de la bienaventurada Virgen María, queriendo hacerte por mí hombre mortal y pasible.
¡Oh buen Señor, cuán inestimable e incompresible fué la caridad con que me amaste, pues que siendo Señor de la suma majestad, te quisiste bajar y apocar hasta tomar forma de esclavo!
Tú, Dios mío, te hiciste hermano mío. ¿Qué daré en retorno de tal piedad y misericordia?
No tengo que dar sino mi ánima y mi cuerpo, que te ofrezco, Señor, para perpetua gloria y alabanza tuya.
Gracias te doy, Señor, por tu sacratísima Natividad, pues naciste de la sagrada Virgen Maria niño tan tierno en un establo, en la aspereza del riguroso invierno. Salúdote, dulce Infantico, Rey de gloria, Luz de las gentes, Salvador tan deseado, pues no desdeñaste por mí ser envuelto en pañales, ser apretado con fajas, ser reclinado sobre el heno en un pesebre y ser amamantado con la leche de los virginales pechos de la sacratísima Virgen, tu Madre.
Gracias te doy porque fuiste con tanto dolor circuncidado, y porque guiando con una estrella a los Magos, en su nombre te descubriste a todas las gentes; y porque quisiste ser presentado en el templo e ir huyendo a Egipto; y todas las necesidades y penas que en tu santísima niñez, y siendo mayor, y después siendo mancebo, por mí padeciste.
Gracias te doy por el venerable bautismo que Tú, siendo Criador del cielo y de la tierra, recibiste con humildad de Juan Bautista, tu siervo; y porque te quisiste gastar y consumir en el desierto, ayunando cuarenta días con sus noches, y porque no rehusaste sufrir los golpes de las tentaciones del enemigo.
Gracias te doy por la doctrina tan saludable con que al mundo enseñaste, por los milagros y misericordias que en el mundo hiciste y por los muchos caminos, graves trabajos, grandes fatigas, por el hambre, sed, frío, calor y por tantas y tan varias persecuciones con que por mi por espacio de treinta y tres años fuiste afligido.
Gracias te doy por aquella admirable humildad con que Tú como humilde Maestro, hincadas las rodillas en tierra, lavaste con tanta benignidad y con tan grande amor los pies de tus discípulos, enjugándolos con la toalla de que estabas ceñido.
Gracias te doy porque instituiste el venerable sacramento de la Eucaristía, donde con espantosa liberalidad y con inefable e inestimable caridad te entregaste a los hombres.
Pater noster, Ave María.
* III *
Adórote, alabo y glorifícote, Señor Jesucristo; bendígote y doite gracias, Hijo de Dios vivo, por el pavor y tristeza que por en el huerto tomaste, por el sudor ensangrentado que por mí sudates y por las ansias y angustias con que fuiste afligido.
Gracias te doy por tu perfectísima negación, con que enterísimamente renunciaste en la voluntad de tu Padre, cuando arrodillado y postrado en la tierra, orando entre las ansías y mortales agonías, decías: Padre, no sea hecha mi voluntad, sino la tuya.
Gracias te doy por aquel encendido deseo de padecer, con que tu corazón ardía, cuando por amor de mí te entregaste a tus enemigos para ser preso y atado por ellos.
Gracias te doy por los empellones y golpes que sufriste, por las veces que arrancaron tus santas barbas y cabellos, por los denuestos, baldones y afrentas, que te dieron cuando te llevaban atado, como si fueras ladrón, a casa de Anás y después de Caifás.
Gracias te doy por la crudelísima bofetada con que tu sagrado rostro fué señalado por la mano de un abominable siervo del pontífice, siendo Tú, Señor, Rey de los reyes y Señor de los señores.
Gracias te doy por aquella increíble paciencia con que sufriste la sentencia de tu condenación tan injustamente dada, y las muy sucias salivas que en tu real rostro fueron escupidas, y aquel afrentoso velo con que tu faz imperial fue cubierta, y aquellos crueles golpes que en tu cuello y rostro fueron señalados, con las innumerables injurias, aflicciones y escarnios que pro toda la noche pasaste.
Gracias te doy por la suma afrenta que recibiste cuando, a manera de malhechor, te llevaron atado a Pilato, y de Pilato a Herodes, y luego de Herodes te devolvieron a Pilato. Y mientas esto pasaba, Tú, dulce Salvador mío, llevabas con blando corazón aquella bestial crudeza de tus enemigos.
Gracias te doy por aquel tu sano silencio con que ante Pilato y Herodes humildemente callaste, siendo tan gravemente acusado y tan afrentosamente injuriado. Bien se pareció ser Tú el manso cordero, pues en todos estos trabajos jamás abriste la boca.
Gracias te doy por aquel crudelísimo y grandísimo dolor que padeciste cuando después de desnudo en el Consistorio y atado a la columna fuiste tan crudamente azotado, donde tu virginal y delicadísima carne fue tan lastimosamente rota, arada y surcada.
Gracias te doy por aquellos surcos y cardenales que los azotes dejaron hechos en Tï, y por los arroyos de sangre que entonces por todo tu cuerpo iban corriendo.
Gracias te doy por aquel abismo de paciencia que mostraste cuando estando vestido de grana por vía de escarnio, fuiste coronado de espinas, hechas mil llagas en tu cabeza, y fuiste saludado por rey de burla, sin piedad escupida tu cara y tuviste en tus manos una caña por cetro, sufriendo los golpes que con ella te daban. Y entre tales afrentas y tormentos jamás mostraste ni un solo punto de ira o de impaciencia, antes con suma mansedumbre todo lo pasaste por mí.
Gracias te doy por aquella vergüenza y pena que sufriste cuando estando tu cabeza tan sembrada y tan herida de espinas, y tu rostro tan desfigurado y teñido de sangre, y tu persona vestida por burla de grana, fuiste sacado ante el tribunal de Pilato, y puesto a vista de todo el pueblo, e injustamente condenado a muerte.
Gracias te doy porque bebiste vino mirrado y mezclado con hiel, que aquella gente despiadada te dió viéndote acezando y anhelando con el cansancio, y desfalleciendo casi huelgo, con la grandeza del trabajo. Y con todo eso gustaste aquella tan amarga purga, sufriéndola por mí con muy manso corazón.
Pater noster, Ave María.
*IV*
Adoro, alabo y glorifícote, Señor mío Jesucristo, por aquellos gravísimos dolores que padeciste cuando por arrancarte la ropa a tus llagas pegadas, tus heridas se renovaron, y cuando tus delicadas manos y sagrados pies fueron en la cruz clavados, y fueron destrabadas y despegadas todas las coyunturas de tu cuerpo.
Gracias te doy porque derramaste tu preciosa sangre, la cual de tus llagas como río copiosamente corría. Séate, Señor, alabanza, honra y gloria en toda la eternidad por cada una de aquellas rosadas gotas de sangre que por mí vertiste.
Gracias te doy, Señor, por aquella admirable mansedumbre y amor con que pacientísimamente pasaste por aquella brava porfía y horribles blasfemias que te decían aquellos malos que se mofaban de Tí. Y no contento con sufrirlas, rogaste a tu Padre por los que te habían crucificado, y después de crucificado, con muchos baldones y denuestos te habían escarnecido.
Gracias te doy por los increíbles tormentos que sufriste cuando traspasadas tus manos y pies, puesto entre ladrones, lastimosamente pendías del árbol de la cruz, y alzabas tus piadosos ojos a ver a tu dulcísima Madre, que estaba toda derretida y deshecha en amor, toda penetrada y traspasada con el cruel y doloroso cuchillo de dolor.
Gracias te doy por la grandísima sed que padecías cuando un poco antes que murieses te dieron vinagre a beber.
Gracias te doy por aquella benignísima piedad y misericordia grandísima con que Tú (que a todas las cosas das vida), inclinando tu sagrada cabeza, recibiste la muerte por mí.
Séate gloria en los siglos eternos, porque quisiste que se apartase tu excelentísima ánima de tu purísimo cuerpo.
Gracias te doy pro aquella sacrosanta sangre y agua que manaron de tu precioso costado, cuando fue con la lanza herido.
Gracias te doy por la sepultura de tu santísimo cuerpo, y por tu gloriosa resurrección y ascensión, y por la venida del Espíritu Santo.
Pater noster, Ave María.
Adoro, alabo, glorifícote, Señor Jesucristo; bendígote y doite gracias, Hijo de Dios vivo, pues que tus dignísimos miembros por mi remedio fueron en tantas maneras afligidos; yo los saludo por tu honor y amor.
Salúdoos, pies de mi Señor, por mí cansados, afligidos y con clavos traspasados.
Salúdoos, venerables rodillas, que tantas veces por mí en la tierra fuisteis hincadas y tantas veces cansadas de caminar.
Salúdote, pecho florido, y por mí con cardenales y heridas, descolorido y afeado.
Salúdote, costado sacratísimo, que fuiste por mi con lanza herido y traspasado.
Salúdote, oh corazón amabilísimo, piadosísimo y suavísimo, alanceado y roto por mí; salúdote, tesoro incomparable de toda bienaventuranza y de todos los bienes, hazme sombra y dame favor a la hora de mi muerte, y séame morada perpetúa después de ella.
Salúdoos, espaldas santísimas, por mí con azotes rasgadas y con sangre teñidas.
Salúdoos, dulcísimos y carísimos brazos, por mí en la cruz tendidos.
Salúdoos, delicadas manos, cruelmente por mí traspasadas con clavos.
Salúdoos, hermosísimos hombros, por mi con el peso de la cruz molidos y quebrantados.
Salúdote, boca y garganta llena de suavidad, mas por mí con vinagre y hiel llena de amargura.
Salúdote, graciosísima faz, por mí de hediondas salivas sembrada y con crueles bofetadas lastimada.
Salúdoos, benignísimos oídos, por mi cargados de injurias y afrentas.
Salúdoos, bienaventurados ojos, llovidos de lágrimas por mí.
Salúdote, venerable cabeza, por mí coronada de espinas, llagada con tantas llagas, y con la caña, tantas veces herida.
Clementísimo Jesús, saludo a todo tu cuerpo por mí azotado, despedazado, crucificado, muerto y sepultado.
Saludos tu sangre preciosa por mí derramada.
Saludo tu nobilísima ánima, por mí entristecida y angustiada.
Amable Señor, ruégote por tus santísimos miembros que santifiques los míos y que laves todas las mancillas que yo les pegué usando mal de ellos.
Pater noster, Ave María.
* VI *
Adoro, alabo y glorificarte, Señor Jesucristo, y doite gracias por todas tus llagas, especialmente por aquellas cinco tan dignas de ser reverenciadas. Las cuales, aun después de resucitado, quisiste tener impresas en ti, como empresas e insignias de haberme redimido y reconciliado contigo.
Piadosísimo Señor mío, saludo y con toda devoción beso la rosada llaga de tu pie derecho, y ruégate por ella me concedas entera remisión de todos mis pecados.
Benignísimo Señor mío, saludo y con toda devoción beso la florecida llaga de tu pie izquierdo, y ruégate por ella que repares todas las caídas de la perdida vida mía.
Deseadísimo Señor mío, saludo y con toda devoción beso la graciosa llaga de tu mano derecha, y ruego que por ella mortifiques en mí todo lo que te desagrada,
Amabilísimo Señor mío, saludo y con toda devoción beso la amable llega de tu mando siniestra, y ruego por ella des a mi ánima aquel ornamento que te agrada y place.
Dulcísimo Señor mío, saludo y con toda devoción beso aquella amorosa y suavísima llaga de tu santísimo lado, y ruego por ella me lleves y arrebates todo en pos de Tí, y me ayuntes y hagas una cosa todo contigo.
Enciérrame, Señor, en tus llagas y dame que saque de ellas verdadero amor tuyo y eterna salud mía; escríbelas, Señor, con tu sangre en mi corazón, para que en ellas lea yo junto el amor que me tuviste y el dolor que por mí padeciste. Persevere siempre la memoria de ellas en mi corazón, para que ella hiera mis entrañas con cuchillo de dolor, con que me compadezca de tí, y enciende en mí ánima las brasas de amor con que siempre te ame.
Tenga yo, Señor, estas preciosas llagas en todo tiempo, especialmente a la hora de la muerte, por amparo cierto y por guarida segura.
Pater noster, Ave María.
* VII *
Adoro y glorifícote, Señor Jesucristo, que huelgas de juntar y unir contigo las ánimas de los que perfectamente te aman. ¡Oh Hijo de Dios vivo!, yo, lleno de pecados, vacío de merecimientos, me conozco y confieso indigno de llegarme a Tí. Pero por todos los males que hice y por todos los bienes que me faltan, te ofrezco todo lo que por mí quisiste hacer, decir y sufrir; y más te ofrezco todo lo que en la gloriosísima Madre tuya y en todos tus santos te agradó y contentó.
Envuelve, Señor, toda la vida mía, tan indigna y tan sucia, en la purísima sábana de tu inocencia y de tus merecimientos, y vísteme de las perfectísimas virtudes de tu sagrada Humanidad, para que así vestido y ataviado esté siempre unido contigo.
¡Oh Tú que a todos das vida, perla de la divina grandeza, oh siempre viva flor de la humana nobleza!, Jesús por mí herido, hiere y traspasa mis entrañas hasta lo vivo de mi corazón con la saeta de tu amor, de manera que ya en mí ninguna cosa de la tierra se detenga, sino sola me tenga la eficacia de tu Divinidad.
Dame, ¡oh amado mío!, que aspire y anhele yo a Tí con todo mi corazón, con entero deseo y con ardiente voluntad, y que en Tï suavísimamente respire y descanse. Dame que todo mi espíritu y todas mis entrañas siempre suspiren por Tï, pues Tú eres su bienaventuranza verdadera.
Abráseme, Señor, la ardentísima caridad tuya e íntimamente me haga uno contigo, y tanto me mude y vuelva en Tí, que Tú en mí y yo en Tï tengamos gozo ahora mientras dura la vida, y después en la gloria para siempre sin fin.
Pater noster, Ave María.
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El presente texto fue sacado de la "Institución de la vida espiritual". Fray Jerónimo de Ferrara, CIRCA 1500
FUENTE:
"IMITACION DE CRISTO", M. Aguilar Editor, Madrid, 14 de marzo de 1944
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MEDITANDO EN AGRADECIMIENTO
Lo dice Fray Ferrara (año 1500), y otros autores místicos o esotéricos; la meditación de agradecimiento, es la mas poderosa, la mas efectiva, aunque los escépticos de la meditación, o quien desconoce el tema puede comenzar con la meditación del silencio, unos minutos diarios.
Fray Ferrara, insistentemente nos impulsa a agradecer.
Decir oralmente GRACIAS a nosotros mismos en oración, y a los demás en el día a día, en la calle, en la oficina, en casa, con la familia, con amigos, con compañeros de trabajo.
Humildad: vacío de Ego alcanzado solamente cuando el alma le completa
El agradecer; decir/pensar; "gracias", algo tan simple, completa el alma y esta el Ego. El estado de agradecimiento, sea repitiendo en oración las gracias, o las devociones aquí mencionadas u otras, nos pone en una posición de alegre, feliz humildad, de servicio, frente a Dios, al Universo, a la vida, a los demás, a la sociedad en que vivimos.
EL EMOJI DE AGRADECIMIENTO: NAMASTÉ
El emoji del agradecimiento, las manos juntas, "Folded Hands" se aprobó como parte de Unicode 6.0 en 2010 con el nombre de "Persona con las manos juntas" y se agregó a Emoji 1.0 en 2015.
Los creadores de los emoji, los japoneses, le dan una simbología de por favor o gracias en la cultura japonesa. Nosotros los occidentales les damos, un uso alternativo; rezar u orar por alguien. También de adoración en muchas religiones y culturas del sudeste asiático, como el namasté hindú o el mudra budista añjali.
Nuestra propia cultura occidental cristiana, opacada por el ostracismo, de las atrocidades cometidas por los dogmáticos de las religiones, ha olvidado sus propias raíces. Así Fray Ferrara nos muestra que también el agradecimiento, las manos juntas, es nuestro, es occidental, es cristiano.
Gracias Fray Ferrara!
Pedro del Hum (La Columna de Pedro)