Restituir la identidad jurídica de Carlos Gardel no es un gesto administrativo: es un acto de justicia cultural.
El 8 de octubre de 1920, siendo aún un hombre sin documentos y sin reconocimiento filial, Gardel eligió su patria y docomento su nombre legal y no Carlos Gardel como nombre artistico.
Restituir la identidad jurídica de Carlos Gardel no es un gesto administrativo: es un acto de justicia cultural.
Durante décadas, la memoria del artista más influyente del Río de la Plata quedó atrapada entre relatos contradictorios que oscurecieron aquello que él mismo dejó claro en vida.
El 8 de octubre de 1920, siendo aún un hombre sin documentos y sin reconocimiento filial, Gardel eligió su patria y afirmó su nombre.
Se presentó voluntariamente ante el Consulado del Uruguay, declaró haber nacido en Tacuarembó y solicitó su inscripción.
Ese acto, sencillo y decisivo, es el único gesto jurídico auténtico de su historia identitaria.
Lo que Gardel declaró, Uruguay lo registró; y lo que Uruguay registró, Argentina lo validó al naturalizarlo. Dos Estados, dos administraciones, dos actos concurrentes que consolidaron una sola identidad: la del hombre rioplatense por excelencia.
La creación de una Comisión que restituya este derecho fundamental implica reparar una distorsión histórica y devolver al pueblo rioplatense la verdad documental sobre su mayor ídolo.
Gardel no solo pertenece al tango: pertenece al Río de la Plata, a su gente, a su historia y al registro civil que él mismo fundó con su propia firma.