Religión y Filosofía Por: Pablo Thomasset 05 de abril de 2024

José Gervasio Artigas y "LA CONVERSACION CONSIGO MISMO": Capítulo X - Parte 1 de 5

"Pues pensar que hemos de entrar en el cielo, y no entrar en nosotros, conociéndonos, y considerando nuestra miseria, y lo que debemos a Dios, y pidiéndolo muchas veces misericordia, es desatino" - Santa Teresa de Jesús, 1578 -

José Gervasio Artigas y "LA CONVERSACION CONSIGO MISMO":  Capítulo X - Parte 1 de 5

La conversación consigo mismo es el grande arte de conversar con los otros.

No hay hombre, por elevado que sea su nacimiento o dignidad, que no esté obligado a tributar su respeto a la sociedad. El público, censor siempre severo, prodigioso cúmulo de ojos y oídos, no sufre que ninguno se presente a él con exterioridades ridículas y groseras. Quiere que los discípulos que le dirijan, y los escritos de que es juez, estén sazonados con talento y urbanidad.

¡Que seria del género humano sin esta sabia precaución!

Desde luego no sería otra cosa que un comercio de personas extravagantes que no se encontrarían sino para chocar unas con otras, y no se hablaría sino para satirizarse.

La educación que anticipadamente y con razón se le da a la juventud, es un obsequio que se tributa a la sociedad, pues teme cada padre presentar un hijo ignorante o vicioso.

Debemos temer con mas fuerte razón, ofrecernos al público antes de haber hecho caudal de las buenas cualidades que él exige; ¿pero de donde hemos de sacar esta especie de perfección, tan necesaria para vivir en buena inteligencia con nuestros iguales? El colegio nos hace alocados o  pedantes: nuestros maestros nos enseñan a conocer a Alejandro y César, y apenas nos hablan de nuestros contemporáneos.

Un estudiante sabe las costumbres de los griegos y romanos, e ignora las de su propio suelo: la atención que todos tenemos de ocultarnos a nuestros parientes, es otro nuevo obstáculo: usurpándoles una parte de los que somos, les quitamos enteramente los medios de formarnos.

Quedará, pues, reservado a nosotros mismos el cuidado de doblarnos a gusto de aquellos que frecuentamos.

El alma nos dará avisos importantes: ella está mejor que nadie en la confianza de nuestro carácter, de nuestras inclinaciones, y de nuestro humor: ella conoce cuál es el juego de nuestras pasiones, y el uso que hacemos de nuestros sentidos; últimamente, ella se ve a sí misma, y por consiguiente nos enseña el modo como debemos tratar a nuestro prójimo.

No haya miedo que se arrojen a la aventura los pensamientos cuando uno los ha consultado fielmente consigo mismo. El sabio nos encarga con justicia que demos muchas vueltas a la lengua antes de declararnos: el sabia mejor que nadie, que la reflexión debe preceder siempre a nuestras conversaciones.

No hay cosa tan útil al hombre como hallar sobre los labios el pincel de su propio pensamiento: entonces por este medio explica de un modo del todo corpóreo una cosa absolutamente espiritual, y manifiesta su interior a los hombres con tanta facilidad como si fuera transparente.

¡ Que  cosa  mas admirable que comunicamos las ideas con el auxilio de un sonido!

¡sonido maravilloso!

Este es el vínculo de las naciones, la voz de la fama, el remedio de los males,  el sainete y  sazón  de  las  compañías y festines, de modo, que sin él la naturaleza parece muerta.

Pero es preciso usarle oportunamente. De este modo se consigue evitar tantas palabras temerarias, y tantas disputas contenciosas que no pueden dejar de turbar la prudencia y la dulzura.

Nadie debe llevar a la conversación pública sino mucha cortesía y condescendencia. Todos saben que no nos toca dominar a otro sino por vía de insinuación: que es preciso formarse un carácter conforme a mil diferentes genios, y respetar hasta un cierto punto las opiniones de otros.

Si tantos hombres constituidos en dignidad hubieran reflexionado seriamente, ¿se harían tan inaccesibles a los desgraciados?  ¿Dejarían en una antecámara a sus propios hermanos consumirse de pesar y enojo, y se despojarían de la humanidad,  por cubrirse  con una vana máscara de grandeza?

Su alma, sin duda alguna, les haría ver hombres verdaderos, y respetables ciudadanos en aquellos mismos que no se dignaban ver.  ¡Eh!

 ¿desde  cuando se ha hecho gloria el desconocer a nuestros iguales?

¡Que diferencia tan notable entre el hombre que solo mira las exterioridades, y aquel que entra dentro de sí mismo!

El primero se cree un centro a donde todo va a parar: el segundo un manantial que debe correr por todas partes.

Aquel constituye su gloria en rechazar al necesitado, y en no conocer otros instantes que los del placer o fantasía: el otro va a buscar el mérito en medio de la pobreza, y deja sus propios negocios por oír a sus hermanos y socorrerlos.

Sabe que para los ojos del mayor número de los grandes una audiencia pública, no es mas que un espectáculo de vanidad, y que los desgraciados no se juntan allí sino para incensar, temblando a una deidad que en fin aparece, y a ninguno remedia. Y así estas sabías reflexiones le merecen el título precioso de amigo del género humano.

* * *

"LA CONVERSACION CONSIGO MISMO" por el Marques Caracciolo (1719-1802),

"La conversation avec soi-même" escrito en 1753,  "Conversations with Myself" 
Traducida del francés al castellano por Don Francisco Mariano Nifo, MADRID, AÑO DE 1817,

DESCARGA DEL LIBRO:  https://archive.org/download/la-conversacion-consigo-mismo-marques-de-caracciolo/46641_LaConversacionConsigoMismox_compressed.pdf

José Gervasio Artigas poseyó esta edición española publicada en Madrid en 1817, en su 11ª impresión, realizada en la imprenta de Francisco de la Parte. Diaria lectura de Artigas, nuestro prócer, en su exilio en el Paraguay en la Quinta de Ibiray.