José Gervasio Artigas y "LA CONVERSACION CONSIGO MISMO": Capítulo XII - Parte 4 de 5

Religión y Filosofía 28 de junio de 2024 Pablo Thomasset Pablo Thomasset
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José Gervasio Artigas y "LA CONVERSACIÓN CONSIGO MISMO":  Capítulo XII - Parte 4 de 4

Esta Metafísica se adquiere conversando con Dios.

¡Cuantos hombres grandes hay que no tuvieron jamas otras lecciones que esta maravillosa comunicación!  y con todo, no obstante su excelencia y su necesidad, la abandonamos por ir a sociedades frívolas, y alguna vez delincuentes.

Parece que se nos ha impuesto ley de no hablar de la Divinidad.

No sale de nuestra boca el santo nombre de Dios, sino por sorpresa o por interjección.

No tenemos valor para pronunciarlo sino en los peligros. ¿Pero de cuando acá hay tanta flaqueza para invocar el Ser soberano, conversar de sus infinitas perfecciones, y contemplar las hermosuras eternas?

Todo cuanto vemos, y todo lo que amamos, ¿no es obra de Dios? ¿y nosotros mismos aliento suyo, y su retrato?

Los gentiles a lo menos habían de servirnos de ejemplo en este asunto. ¿No hemos visto que en todos sus libros han impreso rasgos de la Divinidad, empleando la vida en sacrificios?

¿Creyeron los romanos que perderían algo de su verdadera grandeza porque anunciasen por todas partes el respeto debido a sus dioses?

Sus filósofos hablan de ellos, sus guerreros los invocan, y sus emperadores les erigieron templos y altares.

¡Desgraciado e infeliz aquel que no abre los ojos a la luz sino cuando el rayo se desprende con el relámpago, y que se priva de conversar con Dios!

Separémonos del tumulto mundano de las pasiones y de los sentidos, y hallaremos a Dios, de quien tanto nos alejamos, aun teniéndole dentro de nuestro corazón.

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¡Pensamientos sublimes, útiles remordimientos, preciosas inspiraciones, verdaderos órganos de la Divinidad, apoderaros del alma de todos los mortales, y ocupad el lugar de los frenéticos amores, y de las afrentosas frivolidades que los avasallan  y ocupan!

¡Sed vosotros sus delicias, y que no reconozcan otros placeres que los de seguir vuestros atractivos, y escuchad vuestras lecciones, aprovechándose de ellas!

Si la "conversación consigo mismo", que ha sido el asunto de esta obra no nos hubiere conducido a Dios, verdadera luz de los espíritus, nada habrá que merezca preferirse a las conversaciones comunes.

Los hombres mas sabios y mas discreto no son otra cosa que címbalos retumbantes, y vanos sonidos, cuando no van acordes con la verdadera armonía de los cuerpos y de los espíritus, que no puede ser otra que el mismo Dios.

¿Nos veremos precisados a mirar de este propio modo a Marco Aurelio, filósofo, emperador? Sí por cierto; y aunque seamos inclinados a elogiar su magnífico tratado de las obligaciones de si mismo, no por esto podemos disimular los sofismas que contiene esta obra:  de otro modo se nos reprendería, y con justa razón, de no haber combatido unas preocupaciones sino para introducir otras.

No lo quiera Dios. Los doce libros de Marco Aurelio, esto supuesto, no son sino una moral desfigurada con innumerables opiniones contrarias a la inmortalidad de nuestros espíritus, y a la verdadera esencia de la Divinidad.

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En ellos se ve un príncipe que escribe con estilo noble, y un amigo del género humano que instruye con cordialidad; pero se nota al mismo tiempo un filósofo que desvarra, y se sale del camino.

En lugar de comenzar su obra diciéndonos que aprendió de sus padres y preceptores las obligaciones de pariente, ciudadano y amigo, sería mejor dijera que había conocido su inmortalidad y su union con un espíritu puro, independiente y absoluto. Tengamos ahora lástima de la filosofía pagana, y demos aplausos a la nuestra.

Aquella rodeada de un aparto pomposo de grandes principios y sublimes lecciones envilece nuestra propia existencia, y esta, con una aparente sencillez, nos ensalza mas allá de los astros y los tiempos.

¡No es cosa bien estupenda conducir al hombre al mas alto grado de perfección para reducirle después a la vil condición de un insecto, o de un reptil !  ¡Que extraña conclusión !  ¡Que caída tan infeliz!

Hay una obra inglesa conocida con el nombre de Caracterichs, que por su rumbo y su plan podría considerarse como una conversación consigo mismo; 

* * *

"LA CONVERSACIÓN CONSIGO MISMO" por el Marques Caracciolo (1719-1802),

"La conversation avec soi-même" escrito en 1753,  "Conversations with Myself" 
Traducida del francés al castellano por Don Francisco Mariano Nifo, MADRID, AÑO DE 1817,

DESCARGA DEL LIBRO:  https://archive.org/download/la-conversacion-consigo-mismo-marques-de-caracciolo/46641_LaConversacionConsigoMismox_compressed.pdf

José Gervasio Artigas poseyó esta edición española publicada en Madrid en 1817, en su 11ª impresión, realizada en la imprenta de Francisco de la Parte. Diaria lectura de Artigas, nuestro prócer, en su exilio en el Paraguay en la Quinta de Ibiray.

 

 

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