"La Década de las Crisis" - LOS AÑOS 1960s

11 de septiembre de 2024 Alejandro Pasquariello
Decada60

La década del 60' puede ser considerada la década de las crisis. Aunque generalmente hacemos referencia a la crisis económica, ampliando un poco más la perspectiva, advertimos que además de ésta, en los 60' subyacen otras crisis. Crisis demográfica, crisis política, crisis del modelo social hiperintegrador, crisis del Estado inclusivo.

La crisis económica, que opera como detonante en los años 60', hunde sus raíces en los años 50'. En primer término, debemos destacar el estancamiento del agro, que si bien se arrastra desde los años 30', se agrava en esta coyuntura de los 60'.

A esto debemos adicionarle el estancamiento industrial, que viene de la mano con el agotamiento del modelo de Industrialización Sustitutiva de Importaciones (ISI). Agotamiento del modelo ISI que se debe a varios factores, entre ellos, la estrechez del mercado interno; el escollo insalvable de las exportaciones; la dependencia tecnológica -que redundaba en un incremento de las importaciones-; un proteccionismo carente de planificación global, que en lugar de beneficiar proyectos rentables, estaba orientado a satisfacer demandas de tipo particularistas.

Otro aspecto negativo fue, el constante aumento de las importaciones, que no se sustentaba en un desarrollo equilibrado de los distintos aspectos de la economía, sino que se basaba fundamentalmente en la transferencia de divisas de un sector agropecuario estancado.

La patología más grave del modelo ISI, es que no se sustentaba en una transformación real de las estructuras económicas del país, sino en la transferencia de utilidades del sector agroexportador al sector industrial. Esto era posible a través de un dirigismo estatal, que redundaba en una máxima regulación del mercado a través de los tipos de cambios múltiples y de la fijación de precios, lo que daba como resultado un modelo artificial y sumamente frágil.

Esta fragilidad se va a evidenciar cuando desaparecen las condiciones favorables de intercambio, a raíz de la caída de los precios internacionales de nuestros bienes exportables y la caída de nuestras exportaciones. Ante esta nueva coyuntura, de pérdida de los términos de intercambio favorables, se hubiera tornado imperioso reducir al máximo las importaciones.

Empero ante este complejo panorama, el gobierno persiste en sostener el modelo a fin de evitar una paralización de la industria y el consabido costo económico y social. En consecuencia, este hecho va a desencadenar en un tercer factor de colapso económico: el desequilibrio del comercio exterior. Desequilibrio que se manifiesta con un saldo desfavorable de todos los indicadores de comercio exterior; balanza comercial (relación entre exportaciones e importaciones), balanza de pagos (relación entre ingresos y egresos), relaciones de intercambio (relación de precios entre exportación e importación).

En agosto del 56', el Poder Ejecutivo pone en vigencia un decreto en procura de paliar la crisis. La medida, intentaba promover las exportaciones, otorgándole un tipo de cambio más favorable, y al mismo tiempo, limitar las importaciones de aquellos bienes que fueran considerados como prescindibles. Esta medida, también fracasó al no poder dar respuesta a una crisis de tipo más estructural, y de esta manera, el año 1957 es el de mayor déficit de la balanza comercial de la década.

Por aparte, esta situación se da en el marco de un nuevo orden mundial como consecuencia del fin de la Segunda Guerra Mundial, y el advenimiento del mundo bipolar. En este nuevo orden mundial, debemos considerar al Fondo Monetario Internacional (FMI), nacido en el año 1945, en el marco de la Conferencia de Bretton Woods.

El FMI preconiza la instalación de una economía global homogénea en todo occidente, basada en el libre comercio, y en la estabilidad monetaria y cambiaria. Consideraba además, que el Estado se abstuviera de intervenir en aquellos asuntos que debían quedar librados al libre funcionamiento de mercado; premisas que de alguna manera, eran la antítesis de nuestro modelo de desarrollo.

Estos postulados, quedan reflejados en los planes de estabilización que se exigían como contrapartida, para el otorgamiento de créditos a las estancadas economías latinoamericanas de entonces. Sin embargo, Uruguay va a ser el último país latinoamericano en adherir a las recetas del FMI; recién en 1960, se firma la primera carta intención con el Fondo Monetario, de la mano del entonces Ministro, Eduardo Azzini.

En consecuencia, al estancamiento del agro y la crisis del modelo industrializador, le debemos añadir, el endeudamiento externo para combatir el déficit. A esta severa crisis de tipo económico, debemos adicionarle la crisis demográfica.

El estancamiento poblacional que ya existía en nuestro país prácticamente desde principios de siglo, e incluso desde antes. En el segundo censo realizado en Argentina, en el año 1895, se constató que en la ciudad de Buenos Aires, residían unos 18.976 uruguayos.

Si bien, se trata de un fenómeno que viene de lejos, el mismo se va a evidenciar con la realización del censo de 1963. Recordemos que nuestro último censo databa de 1908, y había arrojado como resultado, una cifra de un millón de habitantes. El censo de 1963, arrojó como resultado, una población de 2.640.000, cifra que evidencia claramente un estancamiento poblacional, en virtud, que entre 1860 y 1908, la población se había multiplicado por cinco; entre 1908 y 1963, la población se multiplicó apenas por dos y medio. Esto se explica por un fuerte descenso de las tasas de natalidad. En el siglo XIX, el país tenía una tasa de natalidad de 50 por mil habitantes.

Si a esto le restamos, una tasa de mortalidad de 20 por mil, da como resultado una tasa de crecimiento de 3%. En 1963, la tasa de natalidad había descendido al 20 por mil, si a esto le restamos el 10 por mil de la tasa de mortalidad, nos da como resultado un crecimiento de 1% de la población.

Esta realidad, tiene una incidencia clave en otro fenómeno preocupante para ese entonces, el envejecimiento de la población [1,2]. A todo esto debemos adicionarle además, el ya mencionado  fenómeno de la emigración.

A las ya mencionadas crisis económica y demográfica, debemos adicionarle la crisis política. Crisis política que se manifiesta en la pérdida de centralidad de los partidos políticos y el progresivo protagonismo de actores extra y anti partidarios, como la guerrilla, las FF.AA., las corporaciones, y los grupos de ultra derecha [3].

Esta pérdida de centralidad de los partidos, está íntimamente  relacionada con la pérdida de legitimidad del arbitraje electoral; aquello tan característico del Uruguay, de dirimir los conflictos políticos en las urnas, va a quedar en entredicho. Este aspecto, va a quedar en evidencia con el retorno de la violencia política, ausente en nuestro país desde hacía décadas.

Además de esto, se advierte una crisis profunda al interior de los partidos, que están viviendo una creciente fragmentación. El bipartidismo continúa presente pero de una manera fragmentada, ya que conviven dentro de un mismo lema, corrientes disimiles y en algunos casos, antagónicas. Hecho que redunda en un vaciamiento ideológico de los partidos, que han ido desdibujando su perfil ideológico por varias razones. Una de ellas, es la consecuencia del fallecimiento de varias e influyentes figuras claves por aquellos años, que comienza en abril de
1959 con el fallecimiento de Luis Alberto de Herrera.

El 19 de diciembre de ese mismo año, falleció, el expresidente, Andrés Martínez Trueba. Ya en los 60', fallecen Luis Batlle Berres, César Batlle Pacheco, Benito Nardone, Javier Barrios Amorín, y Daniel Fernández Crespo. Los mismos actores, significaban factores aglutinantes dentro de sus respectivos partidos. Luego de sus muertes,
se abre un periodo signado por la desorganización interna.

Dicha causa explica de alguna manera, el hecho de que en aquella época, los partidos políticos fueran en procura de figuras extrapartidarias, por ejemplo de generales. Gestido en el Partido Colorado, luego el Gral. Ribas; Aguerrondo en el Partido Nacional, la propia izquierda bajo el liderazgo de Líber Seregni.

A las crisis precedente, debemos adicionarle la crisis del modelo social hiperintegrador, que se pone de manifiesto, con la crisis de la representación simbólica de aquella sociedad hiperintegrada. En este sentido identificamos algunos indicadores, como las metáforas que se utilizaban para el Uruguay clásico, como por ejemplo: “la sociedad amortiguadora”; “el Uruguay feliz”; “la Suiza de América”; “la tacita de plata”; “como el Uruguay no hay”.

En estos años de conflicto, estos mitos van a entrar también en crisis, y van a ir dejando espacio para la irrupción de mitos rupturistas, como por ejemplo: “Estoy solo con mi pueblo”, de Pacheco Areco; “habrá patria para todos o para nadie”, de los tupamaros; “fascistas”, al decir de los simpatizantes de izquierda; “apátridas”, al decir de los partidarios de la derecha.

Estos mitos rupturistas, coadyuvan a una dicotomización de lo social, aludiendo a discursos políticos maniqueos, que llevan a la creación de un “otro”, al que hay que combatir y aniquilar, condición sine qua non para poder acceder nuevamente a la reconstrucción de la unidad perdida. 

Naturalmente, esta crisis de la sociedad hiperintegradora, está estrechamente vinculada con la crisis del Estado inclusivo. Un Estado que en esa obsesión integradora, de querer cobijar a todos, de no dejar nadie fuera, va a terminar prisionero de una multiplicidad de intereses contrapuestos. Estado inclusivo, que en épocas de bonanza económica se había podido sobrellevar sin problemas, pero que en este contexto de crisis económica, de reducción muy drástica del excedente, ya no va a poder amparar a todos los sectores sociales.

Todo esto deriva en otro fenómeno novedoso, característico de los 60', la corporativización de la política. Esto significa que en este Uruguay de crisis, ya no alcanza con ser ciudadano para conseguir una consideración oficial; se necesita un respaldo corporativo, pertenecer a una corporación. El Estado ya no puede establecer su rol componedor, en consecuencia, los grupos de presión no actúan como antes con la mediación estatal, sino que se
enfrentan entre sí.

Lo que evidentemente explica los niveles de confrontación, de agudización de la conflictividad, y de polarización social característicos de estos años, y que van a alcanzar su punto cúlmine, en la coyuntura 68-73, pero que modifican las pautas de convivencia social desde los años 60'.

La crisis del los 60' tiene algún punto de comparación con la de 1890, en la que incluso, la propia viabilidad de Uruguay como país independiente, estuvo en entredicho. Sin embargo, en esta crisis de los 60', ningún proyecto va a poder configurarse como propuesta política con apoyos sociales suficientes; muy por el contrario, van a primar, el enfrentamiento social y la polarización política, todo lo cual va a desembocar en el golpe de Estado de 1973.

En este sentido, la violencia política -que había desaparecido del país desde hacía décadas-, comenzó a crecer en todos los ámbitos y alteró la vida social del país. Fenómeno multicausal, que partía desde la debacle económica, desocupación, caída del salario real, aumento de la marginalidad social, expresada en los asentamientos o “cantegriles”4 que comenzaron a rodear Montevideo.

A esto hay que sumarle, de la mano de la crisis, el crecimiento de los extremismos de izquierda y derecha, y el concomitante deterioro de los valores clásicos de convivencia pacífica del otrora “Uruguay felíz”.

Alejandro Pasquariello (*), Politólogo, investigador y escritor uruguayo.

ECOS DEL HUM 11 de Septiembre de 2024

(*) Participante del Observatorio Sudamericano de Defensa y Fuerzas Armadas (2017-2019). Es autor de: "Marcha Forzada  Poder Civil/Poder Militar".  2017. (Mención en el Premio Nacional de Letras 2019). "La Restauración Compleja Primeros Pasos y Tropiezos de la Democracia". 2020. Es coautor, con Eduardo Cuitiño de:  "Humberto Pittamiglio, el Político de la Calle Ejido" (inédito). 

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[1] En 1908, los menores de 14 años eran el 41% de la población; para 1975, los menores de 14 años eran el 27%.
Mientras en 1908, los mayores de 65 años, eran el 2% de la población; para 1975, los mayores de 65 años eran el
10% de la población.

[2] En 1969, la Embajada de Estados Unidos informaba a Washington que: “los fondos de la seguridad social (...) están cortos de valores líquidos y tendrán problemas para cumplir con los pagos en los próximos meses”. Brum, Pablo (2015; 31)

[3] Para más detalles ver: Broquetas, Magdalena 2014 “La Trama Autoritaria” Derechas y Violencia en Uruguay
(1958-1966). Ediciones de la Banda Oriental. Montevideo.

[4] La palabra “cantegril”, deviene del idioma inglés cuya expresión original es “Country Grill”. La misma es una ironía para definir a los asentamientos irregulales; creación del periodista de Marcha, Carlos María Gutiérrez, que se transformó en una palabra típicamente uruguaya. En ese sentido, otra palabra de origen inglés que se transformó en expresión típicamente uruguaya es: “Bichicome”. Deformación del ingles: “Beachcombers”, que significa vagabundos.

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