POEMA: "El asesinato del sol"

Cultura19 de abril de 2025 Clara Nin Tajam
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En una remota aldea del universo,  llamada Solara, el sol era más que una estrella; era un dios venerado, una deidad que impregnaba cada rincón de la vida de los aldeanos.

Desde el amanecer hasta el ocaso, los aldeanos se dedicaban a rendirle culto, ofreciendo danzas y cánticos, eran tan visibles que se lograban apreciar desde lo lejos de la aldea.

En Solara, el sol iluminaba cada labor, desde los cultivos de papas hasta esa tarde donde los aldeanos se dedicaban a las artesanías.

Sin su luz, la vida carecía de sentido, y su ausencia era un presagio de calamidad.

Un día, al despertar, los habitantes de Solara se encontraron con un cielo plomizo. Las nubes, como un manto oscuro, cubrían el rostro del sol.

La inquietud se encontraba en  el corazón de cada aldeano al darse cuenta de que, por primera vez, la luz divina no iluminaba su aldea.

Los rezos, danzas y canticos,  se convirtieron en súplicas, pero el sol no respondía, ni la más mínima centella. Con cada hora que pasaba, el miedo creció, y las miradas se volvieron hacia los demás.

En un arrebato de desesperación, se convocó una asamblea en la plaza central. Los aldeanos, ansiosos y desamparados, empezaron a cuchichear  sobre la posibilidad de que alguien hubiera cometido un sacrilegio.  

_¡El sol ha sido asesinado!_ Aclamó un viejo con voz temblorosa.  

_¿Quién se atrevería a ofender a nuestro dios, a quitarnos nuestra luz?

_ Dijo una doña alzando un rastrillo.

Las acusaciones comenzaron a dispersarse.

Se culpó a un viajero que había pasado por la aldea días antes; su presencia había traído un aire extraño y sombrío.  

_Él es el culpable_ Dijeron algunos.

_Debe ser desterrado, debemos calcinarlo a ofrenda de nuestro dios_  

Sin embargo, el viajero, con una mirada cansada y resignada, fue por cuenta propia al bosque peligroso que rodeaba Solara, un lugar donde los ecos de la aldea parecían ahogarse entre las sombras de los árboles.

Pero no bastó. La paranoia se apoderó de los aldeanos, y otros inocentes fueron señalados. Un viejo que había olvidado las palabras de los rezos fue considerado un renegado.

Una madre que no pudo calmar a su hijo que lloraba por el sol fue vista como una traidora. Uno tras otro, los aldeanos fueron exiliados a aquel bosque, un sitio donde se decía que moraban bestias feroces y espíritus vengativos.

Con cada destierro, la desesperación aumentaba. La aldea, antes unida y vibrante, se tornó un lugar donde hasta el mas de los pequeñitos pájaros eran culpables de dicha desaparición, donde los rostros de los aldeanos reflejaban culpa.

Nadie se atrevía a mirar hacia arriba, temerosos de que el sol, enojado, no regresara jamás. 

Ya es inútil, no podemos seguir insistiendo con el asesinato del sol_ Decía un joven con la creencia de que simplemente estaba nublado, pues los aldeanos creían que dicha palabra se trataba de blasfemias de libros antiguos encontrados por ahí,  ya que en Solara desde los inicios de los tiempos el sol siempre brillaba.  

Al pasar los días seguían desterrando personas, veían que el sol no había vuelto, pensaron en sacrificios, en nuevas danzas y canticos, pensaron en sobornar  el cielo con su cultivo de papas y ofrecerle mates con medialunas al sol para quitarle el mal humor, nada daba frutos y a medida de reiterados intentos de alegrar a su dios.

Los cultivos morían, los animales migraban y las personas se asustaban más.

_ Oh mi querido dios, que  fue lo que hicimos para ofender su tan transparente amabilidad_ Decía Enrique, un señor de casi la tercera edad, que a fines del año anterior se había proclamado el vocero oficial de la aldea al sol

_ Es hora de irnos, nuestros cultivos mueren y nuestro ganado desaparecen_ Decía el joven con un mínimo de coherencia  

A este punto la gran cantidad de los aldeanos que no habían sido desterrados, apoyaban la idea del joven con más fuerzas cada vez, aunque también había aquellos que no querían irse

 _ ¿Abandonar a nuestro dios?_ si regresa y no nos ve, se va a enfadar mucho más y no queremos ser testigos de eso_

Decían a coro un grupito de aficionados que seguían a Enrique  Al día siguiente partieron la mitad de los aldeanos, demostrando que la aldea unida que hacía su decisión en base al humor del sol, ahora se tornó en creencias y opiniones diferentes.

Solara cada vez con menos habitantes, se quedó en silencio, consumida por el luto y culpa. En su fanatismo, habían despojado no solo a los inocentes de su vida, sino también a sí mismos de cualquier rayo de luz.

Clara Nin Tajam, 19 Abril 2025 

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