

HORA CIEGA
Luto para la rosa.
Negra espina en su sien desventurada.
La flecha melodiosa
del trigo, va enlutada,
goteando noche hasta la mesa helada.
Lugo para la abeja
bajo el humo y la sal de la ceniza.
Lastimada y perpleja
su rubia perla iza
entre el escombro que la martiriza.
Luto para la rama
del cerco y la luna en los vellones.
Luto para la llama
de los melocotones.
Luto para el rumor de las canciones.
Porque llegó la hora
de la huida y el rumbo entre los muertos.
¿Volver a la roedora
boca de los desiertos
cuando el río y la miel están abiertos!
Cayó la bestia pura;
su dócil sangre aun en los aires canta,
y de su blanca hondura
temblando se levanta
y otra vez en el musgo hunde la planta.
Cayó el león ofendido.
Lamió con triste lengua su frontera.
En el circulo hendido
la ceniza guerrera
alza su rosa elástica y espera.
Entre el viento y la tierra
fue el terco golpear, el hambre dura,
el cielo que se cierra
como una concha oscura
y el pecho padeciendo su negrura.
Ya fue el pausado día
de inventar paraísos duraderos.
Ya mostró la alegría
sus calientes graneros,
y guardaron los hombres sus corderos.
Y ya fue el día ciego.
No rompe el ojo su gastado nudo;
el balbuciente fuego
cada vez más agudo
sale del torpe huevo más desnudo.
Fue la aurora de hierro.
¡Custodias de metales calcinados!
Fundido fue el encierro.
Los cantos comenzados.
Las palomas y el mar fueron hallados.
Fue Dios amaneciendo.
La flor ardió en el llanto, entró en las venas.
La tierra fue sintiendo
un dolor de colmenas.
Y fue la espuma sobre las arenas.
Fue la niebla de oro
subiendo de la viña y del manzano.
Y equilibrado el coro
del laurel y del grano,
su estrella intacta descubrió la mano.
El monte hasta su nieve,
el agua hasta sus mágicos furores;
la nube hasta su leve
respiración de flores;
la selva hasta su sol de ruiseñores,
crecieron y crecieron.
Creció la frente hasta habitar el frío.
Los oídos crecieron
hasta escuchar el río
que corre entre la hormiga y el estío.
Hecha fue la sonrisa
como el ramaje lento del secreto.
El color de la brisa
su material escueto;
relámpagos de azúcar, su esqueleto.
Los ángeles hablaron
con briznas de crepúsculo y granizo;
a la hierba asomaron
el rostro quebradizo,
y el receloso mármol se deshizo.
La flor del hombre, alerta,
subió contra la nieve y el gemido,
y la sangre despierta,
desde su seco olvido
vino a nutrir el germen defendido.
¡Ah, tocar el aliento
que mueve las colinas y abre el día!
Enamorar al viento
con una melodía,
y no temblar de pecho que se enfría.
¿Qué huracán de miseria,
qué nueve de ambozada podredumbre
ha quebrado su artería
sobre la heroica lumbre,
y ahora y hiende al ángel en la cumbre?
¿Qué sordera furiosa
nubla el sagrado acento de la llama?
Su palabra amorosa
sobre escarchas derrama
el labio amargo que a lo lejos clama.
Porque todo está herido
y entre dientes y lágrimas transita.
Madura el alarido
de la bestia infinita
que su antigua tiniebla necesita.
Los ángeles hablaron;
el aire aun quiere defender las voces
que tímidas cruzaron
sus arroyos veloces,
entre amenazas de perdidas hoces.
Vuelven la cara austera
comida por el rayo y la desgracia,
y cierran su frontera
con una pluma lacia.
Mana el desierto a espaldas de su gracia.
Todo gura cortado,
ciego, perdido en sangre, en isla hundida.
Bajo el canto cuajado
ruge la mala herida.
¡Cómo para esta infeliz huida!
1941
POEMAS ESCOGIDOS
SARA DE IBAÑEZ
Sara Iglesias Casadei (1909-1971)
* * *
BIOGRAFIA: Sara de Ibáñez
Sara de Ibáñez (Sara Iglesias Casadei, 1909-1971), Chamberlain, Dpto. Tacuarembo
Sara Iglesias Casadei, conocida como Sara de Ibáñez (Chamberlain, Tacuarembó, 10 de enero de 1909 - Montevideo, 3 de abril de 1971), fue una poeta uruguaya.
Esposa del poeta Roberto Ibáñez, fue conocida cariñosamente como «Gran Sara» por escritores como Octavio Paz. Entre otros premios obtuvo el Premio de la Academia Nacional de Letras y el Premio Nacional de Literatura en 1972.
Vivió de niña en Chamberlain, departamento de Tacuarembó, hasta que su familia se mudó a Montevideo. Fue profesora de enseñanza secundaria desde 1945.
El también poeta Roberto Ibáñez, su esposo, fue de quien tomó su apellido como nombre artístico. La pareja tuvo tres hijas; Ulalume, Suleika y Solveig, que también se convirtieron en escritoras. Sara tenía por costumbre escribir dos libros a la vez al igual que hacía su marido; cada uno era diferente en tema y estructura.
Libros y Poemas publicados por Sara;
Canto (1940), Buenos Aires
Canto a Montevideo (1941), Montevideo
Hora ciega (1943), Buenos Aires
Pastoral (1948), México
Artigas (1952), Uruguay
Las estaciones y otros poemas (1957), México
La batalla (1967), Buenos Aires
Apocalipsis 20 (1970), Caracas
La Batalla (1967), Buenos Aires
Apocalipsis (1970), México
Canto póstumo (1972), Buenos Aires
FUENTE: http://www.autoresdeluruguay.uy/biblioteca/Sara_De_Ibanez/doku.php?id=bibliografia
(FUENTE: https://es.wikipedia.org/wiki/Sara_de_Ibáñez)



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