Historia Edgardo Ettlin 19 de mayo de 2023

BERNABÉ RIVERA: Una Biografía no autorizada, Parte 6: "Combate de Yacaré Cururú. Muerte del Coronel Bernabé Rivera a mano de los indios charrúas".

¿Quién fue el Coronel Bernabé Rivera? La Historia le reconoce una controvertida fama, a raíz de que fue uno de los responsables de la llamada “Matanza de Salsipuedes”, en que se intentó por el Gobierno del Brigadier General Fructuoso Rivera una suerte de “Endlösung” (“solución final”) para con los indios charrúas, y por el celo de diligencia, por no decir obsesión, con que Bernabé los persiguió para dispersarlos y liquidarlos si se daba el caso. Sin embargo, Bernabé Rivera también fue un destacado militar, un héroe de la Independencia del Uruguay, y una personalidad tenida en muy alta consideración por las gentes de su época. Continuamos con la Parte 6 de esa serie; "Combate de Yacaré Cururú. Muerte del Coronel Bernabé Rivera a mano de los indios charrúas".

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Las informaciones que poseemos sobre los hechos del combate de Yacaré Cururú presentan ciertas diferencias entre sí. Como bien dice Fernández Saldaña, “De la sangrienta brega de junio no hay más relato testifical, en cuanto pueda valer por la honradez del deponente y su rol en la acción que los dichos del sargento Gabiano, único sobreviviente del grupo de diez o doce (jefes, oficiales y tropa), que recibió el choque de la indiada...” (80). Pero al menos hay documentación y relaciones más cercanas al momento en que ocurrieron estos hechos, que las que tenemos sobre la Matanza de Salsipuedes.

Intentaremos reconstruir una versión sobre cómo habrían ocurrido los sucesos de Yacaré Cururú aquel día 20 de junio de 1832, cruzando la información de los testimonios y documentos más antiguos que hemos podido conocer. A saber:

- Una supuesta “Correspondencia particular” fechada en Durazno el 27 de junio de 1832, publicada en “El Universal” del 2 de julio de 1832 (no aparece su autor y está en estilo epistolar, pero su fuente sin duda fue algún militar sobreviviente del combate), más los informes oficiales que el Coronel José María Navajas, entonces Sargento Mayor, envió a Fructuoso Rivera en los días 21 y 22 de junio de 1832, y una comunicación de Bernabé Magariños a Fructuoso Rivera del 25 de junio de 1832 (81).

- Un informe de los brasileños Coronel José Rodríguez Barboza del 15 de julio de 1832, y otro de Barboza y del Comandante Manuel Ribeiro de Morais (transmitiendo información del Capitán Manoel Cavalheiro) del 10 de julio de 1832 (82).

- El poema de Francisco Acuña de Figueroa “Epicedio ó Canción Funeral. Á la heroica muerte del bravo Coronel D. Bernabé Rivera, dedicada al Exmo. Señor Presidente del Estado Oriental del Uruguay D. Fructuoso Rivera”, escrito en 1833 y publicado en “El Parnaso Oriental” Tomo I, en 1835. Existe en el Museo Histórico Nacional una lámina con dichos versos ilustrados por Juan Manuel Besnes e Irigoyen, que reza al pie, “F. A. de Fig.a los hizo, J. M. B. é Irig.n inv. dib. y esc.: y ambos dedicaron al digno hermano del heroe el Excelentísimo Señor Brig.r Presidente Don Fructuoso Rivera. Dibujado en Octubre 11 1833” (83).

- Una publicación aparecida en “El Defensor de la Independencia Americana” de fecha 1º de julio de 1845, probablemente de autoría del Brigadier General Antonio Felipe Díaz, titulada “Extractos del Diccionario al Uso; o sea: Miscelanea Politica, Historica y Sentimental (continuación)” (84).

- La relación o informe del Coronel Manuel Lavalleja (hermano del Libertador Brigadier General Juan Antonio Lavalleja) que escribió para el Brigadier General Manuel Oribe, del 31 de octubre de 1848. Esta información parece importante, desde que el Coronel Lavalleja dice haber sido “informado por los mismos charrúas que se batieron con él y que lo hicieron prisionero, le formaron cargo sobre los asesinatos de Salsipuedes y Queguay, cometidos en sus familias, le mataron y mutilaron”; “me he informado muy detenidamente, de los indios más capaces de esplicarse que había entre ellos; diez meses estuve con ellos en el año treinta y tres y siempre era la conversación dominante del modo que mataron á Bernabé” (85).

- Los “Apuntes varios sobre los indios charrúas”, del Brigadier General Antonio Felipe Díaz. Estas anotaciones son muy importantes, pues Díaz conocía a los charrúas y había tratado con ellos desde 1812, y expresa haber tomado el relato de Yacaré Cururú de algunos indios charrúas (86). Su hijo el Coronel Antonio Díaz y su nieto Eduardo Acevedo Díaz utilizaron estos apuntes para historiar el episodio de Yacaré Cururú (87).

- Una carta de Modesto Polanco a Eduardo Acevedo titulada “Los indios charrúas”, fechada en “agosto de 1890” y publicada en el periódico “La Época” del 16 de setiembre de 1890 (88).

Por supuesto, al comparar estas fuentes hemos tenido que tomar decisiones a efectos de poder articular esta narración sobre qué habría ocurrido en el combate de Yacaré Cururú. Hemos intentado proceder con la mejor intención y con la mayor seriedad posible.

Bernabé dio con las tolderías charrúas, tomó un pequeño número de familias que aun conservaban, y dejó con ellos ocho hombres. Quedo así únicamente con veinticuatro efectivos para sostener cualquier acción militar. 

En ese estado, Bernabé Rivera se encontró con un grupo de dieciséis de un total de treinta y cuatro guerreros charrúas al mando del cacique Sepé, que vivían con sus familias por el Cerro de Tres Cruces. Al verlo, los indios salieron huyendo en sus caballos con sus gentes en retirada veloz, siendo conscientes de que los hombres y caballos de los hombres del Gobierno ya venían desganados, luego de tantos días de marchas forzadas. 

El Coronel Rivera “fue advertido por varios de los suyos, que los más habían quedado con los caballos cansados, y que el resto estaban sumamente pesados; no hubo que tratar, mandó poner sable en mano, y los apuró…”. Aunque ya se encontraban sus hombres y los caballos cansados, Bernabé estaba confiado en que podría vencer a estos charrúas sin mayores contratiempos; por lo que salió a todo galope hacia ellos procurando apresurarse a alcanzarlos, aunque los aborígenes le llevaban una distancia considerable e iban a toda carrera con sus familias. 

Bernabé Rivera los persiguió por más de dos leguas. Iba en la delantera, liderando y dando ejemplo a sus soldados. Mas como dijera una crónica de época, “la fuga se convirtió en carrera y esto fue lo que perdió á don Bernabé”. Su caballo ya estaba cansado; sus tropas fatigadas se iban desordenado y raleando, y algunos fueron quedando atrás o en la retaguardia, dispersos entre sí y en desorden, distanciándose de su Coronel quien iba al frente, dejándole paulatinamente solo con un número muy reducido de soldados, mientras los charrúas mantenían su rauda retirada. 

Creía probablemente Bernabé Rivera que los charrúas huían asustados, aunque en realidad, los dieciséis charrúas con que se había topado habían sido dejados a propósito por Sepé bajo el mando de un indio llamado Bernabé, quien había sido criado por el propio Coronel Rivera, de quien tomó su nombre. Mientras tanto, Sepé y los dieciocho charrúas restantes quedaron ocultos en un bosque, esperando. El Coronel Bernabé Rivera iba con sus hombres hacia una emboscada. 

Bernabé y sus hombres tenían ya cerca a los charrúas cuando en determinado momento, en la seguridad de que la soldadesca había disminuido en la persecución, de que sus caballos estaban fatigados, y de que Bernabé iba quedando con un número de efectivos menguado y cansado, al llegar al lugar donde los aguardaban para emboscarle, respondiendo a un alarido guerrero de Sepé los guerreros que venían siendo perseguidos dieron sorpresivamente la vuelta, y cargaron contra Bernabé y los pocos efectivos militares que le seguían. El resto de los charrúas que estaban ocultos en el monte con Sepé atacaron por uno de los flancos. Una lluvia de lanzas y boleadoras cayó sobre los soldados.

Sorprendido, Bernabé intentó retroceder pero cayó su caballo y rodó, quedando él en tierra. Logró salir por sus medios del equino y correr a pie hasta que fue derribado con unas boleadoras, “y alcanzándolo dos charrúas que le seguían mas inmediato, le tiraron dos lanzadas, e inmediatamente se le abalanzaron con la presteza de un rayo sobre él”. Le rodearon “por más de ocho ó diez salvajes que permanecieron largo rato en el mismo punto”, mientras todos los charrúas acometían a los gritos frenéticos y triunfantes, mezcla de furia y de algarabía, de “¡Bernabé!, ¡Bernabé!”, lesionándole con sus lanzas y boleadoras. El primer golpe, con una bola, se lo dio en la cabeza su antiguo criado el indio Bernabé.

Algunos como el Comandante Teniente Coronel Pedro Bazán, el Teniente Roque Viera y el Sargento Gabiano, llegaron hasta él para socorrerle. Gabiano (se desconoce su nombre de pila) se acercó con su caballo para que Bernabé Rivera pudiera subirse a la grupa, pero éste lo rechazó y arengaba infructuosamente a sus hombres para reorganizarles, que hicieran frente y emprendieran el combate. Ya era tarde, porque todos los indios estaban sobre él. Bazán descendió a tierra, pudo aproximarse hasta Bernabé y espalda contra espalda, infundiéndose mutuamente valor, se defendieron furiosamente hasta el final.

Para los charrúas fue fácil dar cuenta de los pocos soldados que habían en el campo de refriega, porque estaban desordenados, aterrorizados, y no tuvieron tiempo de agruparse para defenderse. Viendo que todo estaba perdido y que los charrúas lo abandonaron para concentrarse en atacar a Bernabé, el Sargento Gabiano pudo finalmente huir y ocultarse herido en el monte para salvar su vida. Otros soldados, sin dar pelea ni defender a sus compañeros en apuros, también pudieron escaparse ocultándose en el bosque.

En el encuentro de Yacaré Cururú murieron Pedro Bazán, Roque Viera y nueve soldados. 

Todo indica que Bernabé Rivera no murió en el combate, sino que fue tomado prisionero por los charrúas y llevado a otro sitio más lejos. Así lo registran las narraciones que dicen haber recogido testimonios de charrúas que estuvieron en ese momento. A los hechos nos atenemos, de que no fue encontrado al haberse hecho un nuevo reconocimiento de los que habían sido hallados muertos cuando el entonces Sargento Mayor José María Navajas llegó al lugar el 21 de junio, debiendo hacerse una rectificación de la información al día siguiente 22 (89). 

El Coronel Bernabé Rivera fue arrastrado por los charrúas á un bosque vecino, “donde satisfacieron á su placer una venganza que tanto habían deseado tomar.” Y lo ataron a un árbol.

Mientras lo golpeaban y torturaban, los charrúas y sus familias gritaban salvajemente, y comenzaron a hacerle cargos y acusaciones sobre las muertes de sus caciques y compañeros. Los indios exclamaban “en medio de una algazara terrible”, “¡Queguay, Queguay! ¡Indios hermanos muertos! ¡Matando amigos!”. Uno de los indios llamado Javier era de la opinión de que no se matara a  Bernabé, alegando que podrían canjearlo por sus familias prisioneras. Pero entre clamores furibundos muchos de los que formaban la turbamulta, y especialmente las mujeres (las “chinas”, como se llamaba a las indias), pedían su muerte sedientos de venganza.

Los charrúas martirizaron con ingentes sevicias durante dos días a Bernabé “ansiosos de vengarse por la carnicería del Queguay”, sin piedad ninguna. 

Durante todos esos momentos en que estuvo cautivo de los charrúas, Bernabé les suplicaba por su vida, rogando que no lo atormentaran más y que le liberaran, ofreciéndoles a cambio la entrega de las mujeres, hijos y prisioneros atrapados, y de los que se habían llevado a Montevideo, asegurándoles que una sola carta suya bastaría para que todos volvieran. Pero no sirvió. Los charrúas, en respuesta, le inquirían quién les devolvería a sus seres queridos y jefes muertos. Sepé le increpaba inexorable: “Para ti quieres Dios, pero para nuestros padres y hermanos no hubo Dios”. Y le ponía en cara que si les devolvían a sus familias estaba bien, pero quién les devolvería vivos al Cacique Venado, Vencol y a los demás indios muertos en Salsipuedes. Ante ello, Bernabé nada tuvo para responder.


 
Finalmente Sepé lo atravesó de una lanzada (hay quienes mencionan que el autor fue un indio llamado Joaquín; y otros cuentan que fue el indio Bernabé, al cual según dijimos el propio “Bernabelito” Rivera lo había criado, quien lo lanceó). Los otros indios siguieron tras él su ejemplo. Le ultimaron causándole “multitud de heridas, hasta que quedo exánime”. Le cortaron la nariz. El cacique Sepé le extrajo las venas del brazo derecho para atar con ellas la moharra de su lanza, “lo que mostraba en 1832 como un trofeo de su bárbara y cruenta hazaña”.

Llevaron el cadáver de Bernabé a cierta distancia, donde había un pozo o una zanja con agua, metiéndole la cabeza y dejando el cuerpo fuera. Según el testimonio del capitán brasileño Manoel Cavalheiro, el cuerpo de Bernabé Rivera fue arrojado a una laguna “para que los suyos no lo encontrasen”. 

Años después y ya anciano, el cacique Sepé le contó a Modesto Polanco una versión diferente. Le dijo que al haberlos atacado Bernabé Rivera, los charrúas huyeron y se estaban dispersando en derrota cuando al grito de Sepé, éstos se volvieron y  con sus boleadoras detuvieron a los que los perseguían. Dicho cacique negó a Polanco haber tomado vivo a Bernabé Rivera y haberlo lanceado atado en un árbol. Le manifestó que no hubo ninguna emboscada, y que a Bernabé Rivera lo mataron allí mismo. “Una vez nos hizo Sepe (90) el simulacro de esa pelea, con la arrogancia y el orgullo de haber vencido en campo limpio, y en franco y leal combate.” También Acuña de Figueroa en su “Epicedio…” relata que Bernabé fue muerto en el ataque de los charrúas.

Consumado todo, los charrúas “… se dispersaron luego en la provincia limítrofe del Río Grande…”. 

Entretanto, y distantes de aquéllos, un contingente al mando del entonces Sargento Mayor José María Navajas encontró el día 21 de junio de 1832 los cuerpos de los infortunados Pedro Bazán, Roque Viera y de los nueve soldados caídos. Como no hallaron entre los cadáveres a Bernabé Rivera conservaban cierta esperanza de que se pudiera encontrar con vida, eventualmente oculto entre los montes, o tal vez prisionero de los aborígenes.  “Puede ser que los barbaros (á pesar de su rustica sed de venganza) no lo concluyesen en el acto, y pudiendo reflexionar cuanto les valdría conservar en su poder aquel importante jefe vivo, se hayan solo apoderado de su persona o cuando mas con algunas heridas”. Salieron Navajas y sus hombres a buscarle “por cerciorarse si este benemerito Gefe existe, y en este caso proponer á los salvajes cualquiera premio por su rescate; y si desgraciadamente falleció, buscar y recoger sus preciosos restos, pues al menos puedan merecer las demostraciones de gratitud y sentimiento que le tributaran sus compatriotas y que sus compañeros puedan siquiera bañarlos con sus lágrimas”.

Se contaba que al 29 de junio un vecino de Durazno había visto a Bernabé Rivera y que pronto podría reintegrarse al Ejército de Gobierno; lo que algunos vecinos festejaron con un baile (91). Simples trascendidos.  

Aunque Fructuoso Rivera tenía todavía al 28 de junio “la dulce, aunq.e remota esperanza, de que el benemerito y valiente Cor.l Rivera pueda aun conservar una existencia que tan heroicamente había consagrado á la Patria”, esa misma jornada, desconsolado, también escribía al General Julián Laguna: 

“Amigo q.e golpe ha recibido mi corazon, y q,e perdida acaba de hacer la Patria. El pobre Bernabé despues de haber concluido y asegurado todo aquello y en los momentos q.e iva á regresar á Tacuarembó, tubo noticias del paradero del pequeño resto de charruas. Salio á buscarlos con una partida de 30 hombres, y los halló en el mismo nº. Los persiguió tenazm.te despues de haberles tomado las familias, y conciguio alcansarlos, pero ya con muy pocos de su partida, y con los caballos muy pesados. Los indios se vieron acosados, y vieron que los que los perseguian eran muy pocos y en caballos cansados, y se resolvieron pelear con resolución Perdimos dos ofic.s y nueve hombres, y perdimos, amigo mio, seguram.te á Bernabe q.e tubo la desgracia de rodar, y quedar en poder de los barbaros.” (92). 

Don Frutos no tuvo mucho tiempo para poder lamentar la desaparición de su sobrino Bernabé. Al día siguiente 29 de junio de 1832 se suscitó un alzamiento lavallejista para derrocar a Fructuoso Rivera, al mando del cual Juan Antonio Lavalleja se puso formalmente el día 15 de julio siguiente (93). “Se apuraron los resortes del desquicio, y la conspiración reventó en el Pueblo del Durazno donde se encontraba el Precid.te Rivera… bajo la Ynfluencia del Gral. Lavalleja q.e se hallaba preparado en su Estancia del Yií, Rincón de “Ant.o Herrera” como 20 leguas al norte del Pueblo del Durazno.” (94). 

No se sabe a ciencia cierta cuándo ni dónde se encontró el cadáver del infortunado Bernabé. Podemos pensar que ocurrió entre los días 29 o 30 de junio, teniendo presente una nota de condolencias que Manuel Oribe le envió a Don Frutos el 1º de julio de 1832. Se conoce que al día siguiente, el 2 de julio de 1832 Bernabé Rivera fue sepultado en el camposanto de la Parroquia de Santa Rosa del Cuareim (hoy Bella Unión), junto con el Teniente Coronel Pedro Bazán y el Teniente Roque Viera (95).

En el mes de julio de 1832, y a pesar de la revolución de Lavalleja en contra del Gobierno de Don Frutos, éste ya impuesto de la dura realidad de su sobrino lo lloró amargamente, como le confió a su amigo el General Laguna en cartas del 16 y 21 de julio, especialmente la de esta última fecha: “¡ha! Julian no lo dudes hasta este mom.to estoy llorando tal es lo q.e e sentido la perdida de este hombre almirable” (96).  

“Epicedio a la heroica muerte del bravo coronel don Bernabé
Rivera”, Francisco Acuña de Figueroa, Juan Manuel Besnes e Irigoyen, 1833, 101 x 66 cm. MHN, Casa de Fructuoso Rivera, 

REFERENCIAS DEL CAPITULO 6: "Combate de Yacaré Cururú. Muerte del Coronel Bernabé Rivera a mano de los indios charrúas".

[80]  FERNÁNDEZ SALDAÑA José María, “El episodio de Yacaré Cucurú”, en “El Día”, suplemento dominical, Año VII N.o 301, 16 de octubre de 1938. 

[81]  “El Universal. Diario comercial, político, y literario”, No. 875, Montevideo Lunes 2 de julio de 1832. “El Universal. Diario comercial, político, y literario”, No. 876, Montevideo Martes 3 de julio de 1832. GONZÁLEZ, “Tacuarembó…” cit., pp. 25-30. ACOSTA Y LARA, “La guerra…” cit., pp. 136-141. PICERNO, “El genocidio…” cit., pp. 357-365.

[82]  Publicados en ACOSTA Y LARA Eduardo, “El país charrúa”, Linardi y Risso, Montevideo, 2022, pp. 103-104.

[83]  ACUÑA DE FIGUEROA Francisco, “Á la heroica muerte del bravo Coronel D. Bernabé Rivera, dedicada al Exmo. Señor Presidente del Estado Oriental del Uruguay D. Fructuoso Rivera”. En “El Parnaso Oriental ó Guirnalda Poética de la República Uruguaya”, Buenos Aires, Imprenta de la Libertad, 1835, pp. 198-206. En “El Parnaso Oriental…” cit., p. 198, se dice a pie de Nota (todo sic):  “Esta cancion fué presentada á S. E. el día 15 del corriente mes de Octubre de 1833, en un hermoso y grande cuadro inventado y dibujado primorosamente á pluma por el insigne calígrafo D. Juan Bernes Irigoyen. Allí se representaba la fachada de un magnifico templo, y en once medallones estaban dibujados con admirable perfeccion y delicadeza, todos los pensamientos, las imágenes y el sentido que contiene cada una de las once estrofas que componen esta cancion.”  

[84] “Extractos del Diccionario al Uso; o sea: Miscelanea Politica, Historica y Sentimental (continuación)”, en “El Defensor de la Independencia Americana”, No. 31, Miguelete, Julio 1.° de 1845, pp. 5-6.

[85] Relación de Manuel Lavalleja de fecha 31 de octubre de 1848; en “Las Primeras Ideas”, 2.a Época Año II, Montevideo, setiembre 21 de 1893, Tomo III Núm. 1, esp. pp. 5-6. FIGUEIRA José Joaquín, “Eduardo Acevedo y los aborígenes del Uruguay (conclusión)”, en “Boletín Histórico del Ejército”, Nos. 193-196, Estado Mayor del Ejército, Departamento de Estudios Históricos, División Historia, Montevideo, 1977, esp. pp. 378-379. PICERNO José Eduardo, “El genocidio de la población charrúa”, Biblioteca Nacional Uruguay - Ediciones de la Biblioteca, Montevideo, 2008, pp. 368-373.

[86]  DÍAZ Antonio, “Apuntes varios sobre los indios charrúas, por el Brigadier General don Antonio Díaz”, Estado Mayor del Ejército, Departamento de Estudios Históricos División Historia, Montevideo, 1977.

[87]  DÍAZ Antonio (hijo), “Historia política y militar de las Repúblicas del Plata, desde el año de 1828 hasta el de 1866” Parte Primera - Tomo II, Editores Hoffmann y Martínez, Montevideo, 1877, pp. 89-91. ACEVEDO DÍAZ Eduardo, “Épocas militares de los países del Plata” Segunda Edición, Buenos Aires Martín García Librero-Editor, Barcelona Casa Editorial Sopena, 1911, pp. 417-419.

[88] “La Época”, Año IV - Núm. 996, Montevideo, martes 16 de setiembre de 1890, p. 1. 

[89]  “El Universal…”, No. 875 cit.. “El Universal...”, No. 876 cit.. Cartas de José María Navajas a Fructuoso Rivera de fechas 21 y 22 de junio de 1832, y de Bernabé Magariños a Fructuoso Rivera dl 25 de junio de 1832, transcritas en ACOSTA Y LARA, “La guerra…” cit., pp. 136-137 y 138-139. PICERNO, “El genocidio…” cit., pp. 357-363.

[90]   Ver Nota 53 “in fine”.

[91]  “El Universal…” No. 876 cit..

[92]  Carta de Fructuoso Rivera a Julián Laguna de fecha 28 de junio de 1832. En ACOSTA Y LARA, “La guerra…” cit., p. 143; y PICERNO, “El genocidio…” cit., ps. 363-365.

[93]  LAVALLEJA Juan Antonio, “Esposicion del General Juan Antonio Lavalleja, de su conducta relativa á los últimos acontecimientos del Estado Oriental del Uruguay, y examen de los hechos del gobierno de Montevideo”, Buenos Aires, Imprenta de la Independencia, 1833. DIAZ (hijo), “Historia política…” Parte Primera - Tomo II cit.,  pp. 92 y siguientes.

[94]  ANAYA Carlos, “Apuntaciones históricas sobre la revolución oriental (1811-1851)”, Imprenta Nacional, Montevideo,  pp. 118-119.

[95]  Nota de Manuel Oribe a Fructuoso Rivera del 1º de julio de 1832, y copia del Libro de Defunciones de Santa Rosa del Cuareim., citados por  ACOSTA Y LARA, “La guerra…” cit., pp. 143-144,  Notas en pp. 146 y 147.

[96]  Cartas de Fructuoso Rivera a Julián Laguna de los días 16 y 21 de julio de 1832, en ACOSTA Y LARA, “La guerra…” cit., p. 145.

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Parte 5: Continúan los operativos contra los charrúas. La rebelión guaraní-charrúa de mayo de 1832

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Parte 7: Homenajes fúnebres al Coronel Bernabé Rivera

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