José Gervasio Artigas y "LA CONVERSACION CONSIGO MISMO": Capítulo Primero - Parte 3 de 3, Marques de Caracciolo 1753
"La conversación consigo mismo"; un libro que muestra el interés y la práctica diaria, del misticismo o esoterismo, por nuestro prócer José Gervasio Artigas (1764-1850), en su exilio en la quinta de Ybyray, en Asunción del Paraguay (1820 -1850).
LA CONVERSACION CONSIGO MISMO: CAPITULO PRIMERO - Parte 3 de 3
¡Eh! ¿por que hemos de vivir siempre de prestado, teniendo cada uno de nosotros dentro de sí mismo un depósito inagotable de exquisitas riquezas?
Esto es confesarnos pobres y necesitados, y publicar nuestro disgusto, y derramándonos por todas partes damos a entender que no pensamos sino en los otros.
Por dignos que sean de estimación los que siempre consultan y siempre leen; yo no podré, dice Bosuet, perdonarles algunas destemplanzas de lectura; y una cierta avidez o ansia de tener las decisiones de los otros.
Aprendan a hacer un buen uso de su alma, a mirarla como la mejor y primera biblioteca que han de hojear,
y como el mas excelente consejo que deben seguir.
Con esta aplicación se elevarán sobre los límites de un mundo terrestre; contemplarán el Ser simple, inmenso y eterno, y verán anonadarse a su visto los colosos de grandeza que ha levantado la vanidad humana, y hallarán en su interior una paz que no puede dar el comercio de los hombres.
Parece pues que se pasa de un mundo a otro, y que desciende uno desde las estrellas a lo mas bajo de la tierra cuando se abandona a la conversación de los sentidos huyendo de la del alma.
¿A donde fue a buscar Pascal, siendo aun muy niño, la proposición treinta y dos de Euclides, sino dentro de sí mismo?
Yo me lo represento de edad de doce años metido en medio de definiciones, axiomas y demostraciones, sin otro maestro que todo el esfuerzo de su genio, que le hacia ya como otro inventor de las matemáticas.
Tycho-brahe se escapaba todas las noches del sueño y de su hayo para viajar incesantemente por los astros, no teniendo otro apoyo que el esfuerzo de su alma, a la que únicamente debemos un sistema de la tierra y de los cielos.
¡Oh que diferencia hay tan grande entre las observaciones que se hacen en medio de la multitud, a las que se hacen dentro de si mismo!
El espíritu pierde siempre algo de su energía, disipándose de una a otra parte.
Pero aún cunado la conversación con lo hombres nos acarrease el mayor agrado y utilidad, su interrupción dejaría siempre un vació que llenar.
Los débiles mortales reducidos a fatales urgencias no siempre pueden conversar. Una disipación continua, agregada a sus intereses, los dispersa y separa de aquí para allí, y no les permite juntarse sino ciertos instantes.
No hay ninguno de estos inconvenientes en la "conversación consigo mismo"; aunque esta se da a conocer mucho mejor en la soledad, no deja de instruirnos a pesar del tumulto, de las concurrencias y negocios.
Es de la esencia del alma el pensar siempre del propio modo que de la luz el alumbrar.
No hay intervalo alguno en sus pensamientos, y si nos parece que alguna vez le hay, es porque no queremos distinguir los pensamientos vagos de los reflexivos: estos son un punto de vista que cautiva y encanta nuestra atención, y aquellos una perspectiva que se nos escapa. Raras veces sucede que tengamos pensamientos vagos con nosotros mismos, o no hacen sino pasar.
Hemos sido criados de tal modo para meditar, que sin embargo de nuestra disipación,
nos sucede de cuando en cuando envidiar la suerte de los que viven en la soledad.
Las florestas dilatadas nos inspiran casi siempre el designio de quedarnos en ellas, aun en el mismo punto que su denso follaje excita en nosotros un secreto horror. Las amamos, y en ellas se halla nuestra alma con mas libertad que en otras partes, y hay pocos hombres que en el curso de su vida no hayan formado el deseo de construir una ermita para fijarse en ella: testimonio auténtico de un espíritu que conoce toda su dignidad, y que busca naturalmente desasirse de las pasiones y sentidos, cuyo imperio es mucho mas fuerte, y aun tirano en medio del mundo.
Allí, cualquiera que sea el lugar que ocupe, se ve un hombre sujeto al método común de conversar; allí es preciso depender de las materias que se tratan, de las cuestiones que se proponen, y de las disputas que se suscitan.
¡Miserables necesidades, motivos de impaciencia o enojo que nos forzáis, ya a disfrazar los pensamientos, y ya a sofocarlos, pero no sois de temer en la conversación con nosotros mismos!
Aquí todo hombre es rey; sentencia y calla: dueño absoluto de los asuntos que quiere tratar determina su conversación, y la interrumpe o alarga como quiere. Después de habar mandado a la memoria que le ocupe ordena a la imaginación que le divierta, y es obedecido.
Hay en esto algo mas: el comercio con nuestra alma nos anticipa aquel feliz instante, en el que lejos del mundo y de su frivolidad contemplaremos el Ser por excelencia; y reconoceremos la abundancia de tesoros que poseemos dentro de nosotros mismos.
La conversación interior es como una secreción de la materia y del espíritu; se envía al uno a su centro, esto es, a lo eterno e infinito, y al otro se le deja en su lugar en medio de tinieblas y corrupción.
No era posible hallar entre los mortales descubrimientos mas dichosos que los que se encuentran en nuestro corazón. Este laberinto inexplicable para el mayor número de los hombres, se manifiesta a proporción de lo que cada uno conversa consigo mismo: se descubren todas las salidas, y se conocen todas las sinuosidades.
El hombre es bastante grande por sí mismo para calcular sus inclinaciones, sus humores, y aun sus deseos: esta cálculo se igualaría prontamente con la evidencia de las demostraciones políticas si tuviéramos el cuidado de elegir al alma por nuestra guía.
¿No se ha visto que los verdaderos filósofos han llegado a saber hasta que grado tenía predominio sobre ellos su temperamento, y a conocer a punto fijo las propiedades y el contrapeso de sus humores?
La conversación interior nos enseña en que todos los hombres se parecen, y en que se diferencian, y que imperio tienen sobre ellos el clima, la constitución y la educación.
Entonces se juzga fácilmente lo que fulano puede hacer en esta u otra circunstancia, se prevén los sucesos, y se combinan las casualidades.
¡Oh, cuan digno es de nuestros deseos que esta conversación interior estuviera mas en uso entre los hombres!
En tal caso tendríamos demostraciones maravillosas que servirían para formar presagios políticos: nos aprovecharíamos de proyectos magníficos e importantes, manantiales preciosos del restablecimiento de los imperios y de la felicidad de los pueblos; veríamos unos héroes confrontar lo presente con lo pasado, internarse en lo venidero, y ejecutar las mayores hazañas; admiraríamos unos sublimes delirantes y soñadores, que vaticinarían cosas remotas, así como Tácito previó las desgracias que arruinarían la Europa: por último, hallaríamos nuevos Arquímedes, que construyendo esferas de vidrio descubrirían al través los objetos mas confusos, y el mundo finalmente tal cual es.
La conversación interior, como se puede ver, eleva y mantiene al hombre en un amor de sí mismo que le es natural. Nosotros venimos a hacernos unos centros pequeños, en los que no echamos menos cosa alguna, bastándonos a nosotros mismos en cuanto nos acercamos a Dios, centro universal.
Puede afirmarse que quien gusta vivir dentro de sí mismo se halla en una eminencia, desde donde ve todo el universo debajo de sus pies. Esta situación no es lo que llamamos orgullo sino una noble altivez, digna de la excelencia de nuestra alma.
- Fin del Capitulo I -
CONTINUA EN EL CAPITULO SEGUNDO Parte 1
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Hace miles de años el conocimiento se transmitía oralmente, hasta que los escribas comenzaron a plasmar el conocimiento en escritos, papiros guardados en rollos, los códices copiados manualmente en letra manuscrita. En 1455 Gutenberg inventa la imprenta que permitió copiar, reproducir por cientos los antiguos códices, ahora como libros impresos. La letra manuscrito paso a ser la letra de imprenta. Hoy Siglo 21, la internet, la red de redes, nos lleva a migrar los libros en papel a textos digitalizados en las paginas web. De eso se trata esta serie aquí en ECOS DEL HUM. Traer una enseñanza olvidad del Siglo 18, escrita en los libros del Conde Caraccioli, que conocemos ahora gracias a nuestro prócer José Gervasio Artigas.
"LA CONVERSACION CONSIGO MISMO" por el Marques Caracciolo
Traducida del francés al castellano por Don Francisco Mariano Nifo, MADRID, AÑO DE 1817
DESCARGA DEL LIBRO: https://archive.org/download/la-conversacion-consigo-mismo-marques-de-caracciolo/46641_LaConversacionConsigoMismox_compressed.pdf
José Gervasio Artigas poseyó esta edición española publicada en Madrid en 1817, en su 11ª impresión, realizada en la imprenta de Francisco de la Parte.
https://archive.org/download/laconversationav00cara/laconversationav00cara.pdf