José Gervasio Artigas y "LA CONVERSACION CONSIGO MISMO": Capítulo XI - Parte 1 de 4

Religión y Filosofía 10 de mayo de 2024 Pablo Thomasset Pablo Thomasset
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José Gervasio Artigas y "LA CONVERSACIÓN CONSIGO MISMO":  Capítulo XI - Parte 1 de 4

"Del modo de hacer a los sentidos y las pasiones propias y convenientes para la conversación consigo mismo."

Nosotros, sin duda, no estamos obligados a reconciliarnos con las pasiones y los sentidos, porque de lo contrario se sospecharía que las mirábamos como un funesto regalo del Criador, o que habíamos querido formar un hombre imaginario.

El espíritu tan íntimamente unido a la materia, no podría habitar un universo terrestre sin conocer los objetos corpóreos.

Solo después de la muerte ocupará el lugar de este un comercio obsolutamente espiritual, separado en un todo de los sentidos.

Actualmente estos nos dan a conocer la bondad de los cuerpos que pueden servir para la conservación del nuestro, y nos esparcen por medio de una sociedad que debemos cultivar, y finalmente son ministros de aquellos placeres que el Ser Supremo quiso adherir a las necesidades de esta vida.

En vez de examinar la propiedad de cada alimento, y de estudiar la esencia de cada perfume, es un camino un poco mas corto aprenderlo por el gusto y el olfato. El hombre oprimido del hambre no tiene tiempo de discurrir, es preciso que coma.

Cuan en vano intentaron los estoicos ostentarse insensibles al placer y al dolor: cuán en vano quisieron mostrarse indiferentes a todo lo que llama la atención y afecto de la humanidad; la experiencia habitual desmentía altamente su extravagante filosofía, y el menos picazo de una mosca les quitaba cada día discípulos.

Uniendo el Criador las almas a los cuerpos, no pretendió colocarlas sobre bultos o moldes de metal o hierro. Dió por compañera al espíritu una carne flexible, compuesta de músculos y nervios, orejas y ojos.

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El amor del orden exige, pues, y el placer como un bien; pero quiere al mismo tiempo que no hagamos de tal sensación nuestra desgracia, ni nuestra felicidad.

Por un trastorno deplorable se ha hecho el tirano de nuestro corazón el comercio con los entes corpóreos, y aquí es donde todos debemos lidiar contra el cruel imperio de nuestras pasiones; estas comúnmente se hacen enemigos poderosos, cuya fuerza y astucias es necesario conocerlas para poder librarse de ellos.

Si cada pasión combatiera sola, se pudiera destruir su imperio fácilmente; porque las pasiones aisladas y sin un perfecto concierto entre sí, no podrían sostenerse mucho tiempo; pero se fortalecen unas con otras; las mas distantes se acercan, y as mas fuertes socorren a las débiles.

Su marcha ordenada se asemeja a la de un ejército que se dispone para el ataque: ellas se hacen señoras de la imaginación, a quien rinden violentamente; después por medio de los espíritus animales, que se derraman por todas las partes del cuerpo, se introducen hasta el corazón: este sintiéndose sitiado por todos lados, y hallando una dulzura aparente, bajo de este nuevo yugo, se retira con la afrenta de ser vencido.

Sin embargo, no teniendo la institución de las pasiones y sentidos nada de malo, y haciendo al hombre capaz de merecer, síguese que se puede, y se debe regular su uso.

El célebre Senault en su tratado de las pasiones, se propuso la dichosa metamorfosis o transformación de las pasiones en virtudes, y la cosa es muy posible.

Este es el grande arte que distingue al prudente del temerario, al pacífico del turbulento, y al virtuoso del malo, arte que en todos los tiempos fue el estudio de los verdaderos filósofos.

Emplearon la vida en apartar las imágenes impuras de su imaginación, y tener el corazón en sus manos, temerosos de alguna sorpresa.

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Nuestra vida debe pasarse de este modo en conseguir diariamente victorias contra las pasiones y sentidos. Si triunfamos por esta parte, mereceremos, no hay duda, muchos mas elogios que todos los vencedores que abrasaron ciudades, y arruinaron pueblos y provincias.

La verdadera razón borra de sus mausoleos el título de "Grande e Inmortal", para ilustrar con ellos al héroe que sabe vencerse a sí mismo.

¿No es á la verdad un espectáculo encantador, y mucho mas brillante que el que comúnmente se admira, el ver un Príncipe, por ejemplo, establecer en sí mismo un sabio gobierno y mantener en él una sabia política?

Este no impone ley alguna, sino después de habérsela impuesto a sus pasiones y sentidos: hace que estén con el mayor respeto a su lado, del propio modo que sus soldados. Esta dichosa situación le pone enteramente en libertad, y le libra de innumerables sujeciones gravosas. Aunque repentinamente se viera despojado de sus riquezas y dignidades, de sus cortesanos y palacios, hallaría dentro de su alma mucho mas de lo que había perdido.

Los sensuales sentirían mas que él esta perdía aparente, mientras que él la juzgaría una verdadera ganancia, y se regocijaría interiormente de no tener que gobernar sino a si solo.

Su corazón mas grande que el universo, le desgravaría prontamente de algunas provincias, y de algunas ciudades que le había arrebatado el capricho de  la suerte.

De aquí resulta, que jamas será excesiva la resistencia contra los esfuerzos del cuerpo en favor del espíritu; es preciso acostumbrarse a no creer las relaciones que hacen los sentidos de los objetos terrestres.

Hay un cierto orden del que es muy peligroso separarse, y que, bien observado, conserva toda la superioridad del espíritu. Los sentidos entonces no hacen mas que obedecer, y no se atreven a tomar el tono imperioso que a sola el alma le pertenece.

* * *

"LA CONVERSACIÓN CONSIGO MISMO" por el Marques Caracciolo (1719-1802),

"La conversation avec soi-même" escrito en 1753,  "Conversations with Myself" 
Traducida del francés al castellano por Don Francisco Mariano Nifo, MADRID, AÑO DE 1817,

DESCARGA DEL LIBRO:  https://archive.org/download/la-conversacion-consigo-mismo-marques-de-caracciolo/46641_LaConversacionConsigoMismox_compressed.pdf

José Gervasio Artigas poseyó esta edición española publicada en Madrid en 1817, en su 11ª impresión, realizada en la imprenta de Francisco de la Parte. Diaria lectura de Artigas, nuestro prócer, en su exilio en el Paraguay en la Quinta de Ibiray.

 

 

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