RELATO "EL FERROCARRIL" V y VII - Paso de los Toros del río Negro, año 1894 por B. Fernández y Medina
Historia14 de diciembre de 2024Pablo Thomasset- EL FERROCARRIL V -
Una noche pasó el ferrocarril en viaje extraordinario, con cargamentos de ganados.
En los campos dormidos quedó flotando una nube pesada y un rumor sordo que corrió por los hierros vibrantes de la vía. Cuando despertaron los vecinos en la madrugada, se sintieron conmovidos y asustados.
En un rincón que formaba el rio en una de sus vueltas, junto al paso, los pastizales altos ardían, incendiados por una chispa, desprendida de aquel tren, que había pasado como un ladrón en el silencio y en la oscuridad de la noche.
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Ardían los pastos secos y rechinantes; y el fuego, entre nubes de humo.. subía iluminando con sus resplandores
el paisaje alegre de los campos en la madrugada de verano.
Se reunieron pronto los vecinos, atraídos por aquella luz que presagiaba una gran desgracia. En aquel rincón tenían todas sus esperanzas para salvar los ganados de la seca que dejaba los campos pelados y estériles.
El fuego se extendía, pasaba los límites del rincón y amenazaba invadir los campos circunvecinos.
La cañada seca que en otro tiempo habría obstado a la propagación del incendio, no era entonces más que una zanja donde el sol ardiente había formado calcagüesales (*)
Todos los hombres se reunieron, y provistos de cueros de ovejas, empezaron a combatir el fuego con los medios ingeniosos que les había sugerido la necesidad.
Cargaban varias pieles en el anca de un caballo. las mojaban en el rio y a todo correr volvían al campo incendiado, y entonces cada hombre, con uno de aquellos cueros empapados, golpeaba en el pasto, gritando para animarse mutuamente, mientras el humo y la ceniza voladora les ennegrecía los rostros.
(*) Calcagüesal: barrial seco y hecho terrones (por Hilario Ascasubi, 1872)
Pero no bastó este recurso para contener el incendio: las llamas se extendían como una inundación a ras del suelo; era ese fuego que, por ironía, sin duda, se llama manso, siendo el más terrible.
Al fin se tuvo que recurrir a un remedio extremo. Mataron algunas yeguas, las abrieron y despatarraron con todas las vísceras; y atándolas de a una a la cincha de dos caballos con largos maneadores, arrastraron aquellas carnes todavía palpitantes, sobre el fuego implacable.
Iban quedando en el pasto y en la tierra, trozos de las vísceras sangrientas; las carnes después, pedazo a pedazo. y los huesos deshechos, hasta que los caballos sólo arrastraron un manojo de cuero revolcado sujeto en el extremo de los maneadores.
Así se cortó el incendio encerrándolo en el rincón, donde ardieron hasta las últimas matas. Y la tierra quedo cubierta de una lepra blanca, como si fuera el desagüe de un lavadero.
Entonces. los paisanos, con sus rostros chamuscados y ennegrecidos por las llamas, con aspecto feroz, miraron iracundos al puente y a la vía férrea que se señalaba en el campo como un camino trillado con las dos rayas negras de los rieles. y dijeron con toda la rabia que llenaba sus corazones: “¡Para esto sirve el ferrocarril !”
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- EL FERROCARRIL VII -
Con la tremenda impresión del estrago, la vieja Ciriaca dejó su rancho, y en una carreta, con todos sus trastos, emprendió el viaje hacia el oeste, camino de las sierras, adonde esperaba que no llegarían el humo de la locomotora ni el ruido de los trenes.
A1 llegar a los campos quemados, detuvo el carro y se volvió para mirar por última vez aquel lugar que había habitado tantos años. La mirada se posó en la cruz de la capilla y la vieja se persignó sollozando.
Castigo los caballos que arrastraban el carro y siguió hasta encontrar el refugio que deseaba en las asperezas
del oeste.
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Pero en ese camino ya la agricultura había llegado a derramar su fecundidad: trigales dorados se movían como un mar, agitados por la brisa, y grandes plantaciones de viñas y tabaco verdeaban en aquellos campos
feraces y ricos, que empezaba a morder la reja del arado.
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* * *
¿Habrá llegado a ver Doña Ciriaca las trilladoras mecánicas de vapor con su humeante chimenea?
Aquí finaliza este relato de Benjamín Fernández y Medina, en un texto que quizás sea el mas antiguo relativo al paso de los Toros del río Negro.
Los años pasan y el rico patrimonio de nuestro interior se va perdiendo, las pocas menciones, versos, fotografías se diluyen en los "memes" de las redes sociales.
La licuadora de la globalización esta aniquilando "lo local".
La "guerra" cultural esta perdida, pero no por ello bajaremos los brazos, ni nos entregaremos ..
FUENTES:
"Antología uruguaya; colección trozos históricos y literarios de escritores uruguayos" por Benjamín Fernández y Medina, 1894. https://archive.org/details/antologiaurugua01medigoog/
HISTORIA DE PASO DE LOS TOROS, TACUAREMBO, URUGUAY, Pedro Armúa Larraud, 1981
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FOTOGRAFIA DE PORTADA:
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