LOS PASOS DEL RÍO NEGRO: Capitulo 45, Rincón de Vera, Paso de Vera
Historia02 de marzo de 2024Pablo ThomassetEn este capitulo 45 comenzamos a recorrer el último tramo de nuestro viaje por el río Negro, aguas abajo del Paso del Palmar, de la actual presa Constitución (Central Hidroeléctrica Palmar).
Como en todo arranque, para los nuevos lectores tomen conocimiento; mencionar que el eje histórico y geográfico básico son las cartas CNEH 33 y CNEH 25 del M.O.P. del año 1930, con textos del DICCIONARIO GEOGRAFICO DEL URUGUAY de Orestes Araujo del año 1900, y las cartas del S.G.M. (Servicio Geográfico Militar.
Cerro del Francés (Cerro de la Palmita), (Banda Norte, Dpto. Río Negro), KM 152-153
En la carta CNEH 33 se denomina Cerro del Francesito.
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ALTO FONDO DEL ARROYO GRANDE, KM 145
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Arroyo Grande (Banda Norte, Dpto. Río Negro), KM 145
Dice Orestes Araujo en el año 1900; “Cruza, en toda su extensión la parte más ancha del departamento del Río Negro, y este inmenso desarrollo lo convierte en el arroyo más potente de esta región. Es sumamente tortuoso y lo alimentan por ambas riberas arroyos caudalosos, como el Averías Grande, numerosos arroyitos, cañadas con aguas permanentes, y multitud de zanjas naturales. Dada la extensión de éste y el hecho de dividir el departamento de Norte a Sur, es claro que debe poseer, como posee, multitud de pasos, a fin de facilitar el acceso del Esta al Oeste y viceversa.”
“Las cabeceras del Arroyo grande circulan por una extensa región de palmeras, siendo su corriente tranquila para convertirse en caudalosa hacia el final de su curso inferior. Echan sus aguas en este arroyo, las que vierten por el Sur Este, la cuchilla de Haedo, y por el Oeste la de Navarro, que limitan en sus grandes lineamientos la extensa cuenca del Arroyo Grande.
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Arroyo Don Esteban Grande, (Banda Norte, Dpto. de Río Negro), KM 143
Dice Orestes Araujo en su libro;
Don Esteban Grande.— Arroyo.—Dpto. del Río Negro. Importante arroyo cuyas nacientes se encuentran entre la cuchilla de Haedo-y una ramificación de la misma que dirígeze hacia el Sur y divide aguas al Don Esteban y al arroyo Grande. Forma diversos giros, ya hacia el Este, bien hacia el Oeste en su dirección general que es la del Sur., hasta que, más recto en su curso inferior que en el superior y medio, se echa en el Negro por la derecha de este río.
Recibe en su seno las aguas de numerosos tributarios, entre los que sobresalen el Don Esteban Chico y el arroyo Lencina por la derecha y el del Talar y Llovedoras por la izquierda, Riega el Don Esteban Grande el fértil valle limitado al N. por la cuchilla de Haedo, al E. y O. por dos ramales que desprendiéndose de aquélla terminan á orillas del río Negro y al 8. por esta notable arteria fluvial.
El arroyo cuya ligerísima descripción hacemos, puede vadearse fácilmente por los pasos de la Cruz, Segovia, Piedras, Cobres y Leopoldo, así como la picada de Misia Aminta. El antiguo paso de Gómez hace tiempo que se halla cerrado é inutilizado.
Por las cercanías de este arroyo libraron un combate, el día 17 de Octubre de 1864, las tropas del General don Venancio Flores, contra las del gobierno. Las primeras iban al mando de don Enrique Castro y las segundas á las órdenes de don Servando Gómez.
SERVANDO GOMEZ Y GARIBALDI
Aclaremos que nuestro Servando , no es el mismo que el Servando de la obra teatral; "Un tal Servando Gómez" de Samuel Eichelbaum. Es el Servando Gomez recordado por el Combate o Batalla de San Antonio, el encuentro histórico entre el olvidado por la historia Servando Gomez y el general Garibaldi. Esta extensa historia del encuentro entre ambos coroneles, luego generales, la presentamos en el ANEXO al final del capítulo.
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RINCON DE VERA, KM 141-149
En la carta CNEH 33 no aparece el "paso de Vera", pero se señala el "rincón de Vera".
|| PASO DE VERA, cruce Dptos. Río Negro-Soriano
Dice Orestes Araujo en su libro de 1900;
Vera. — Paso de. — Dptos. de Soriano y Rio Negro. Al SO. de la barra del arroyo de Vera en el río Negro. Con el cierre de la propiedad este paso ha perdido en gran parte su carácter primitivo por quedar dentro de un potrero cerrado.
El "paso de Vera" le encontramos en el Mapa de Barreiro y Ramos de 1951.
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No lo hemos comentado antes en nuestros capítulos, pero si observamos el mapa de Barreiro, vemos que cada paso del rio Negro, se corresponde con un camino rural (punteado rojo) que atraviesa la Banda Sur con la Norte del río Negro.
El paso de Vera es uno los mas antiguos en los mapas o cartas geograficas historicas disponibles, caso del mapa con los límites de 1820.
Cañada de las Pajas (Banda Sur, Soriano)
Cañada del Sauce (Banda Norte, Dpto. Río Negro), KM 140
Arroyo de Vera (Banda Sur, Dpto. de Soriano), KM 139,5
Dice Orestes Araujo en su libro de 1900;
"Vera. — Arroyo de. — Dpto. de Soriano. El talud del pequeño valle de Vera está formado por los flancos N. y O., respectivamente, de las cuchillas del Correntino y de Navarro. Como la disposición de esta cuenca es triangular, queda cerrada, en su parte boreal, por el río Negro, hasta el cuál se encamina y en el que desagua el arroyo de Vera, cuyo desarrollo es de 40 kilómetros, desde los manantiales que le dan origen hasta su desagüe en el tortuoso río Negro.
Afluentes por la izquierda, á partir de la barra: cañadas: Curupí, Nangapiré, Mala, Tierras Blancas, Sauce ó del Salto, Coronilla, Pache, Calera, San Ignacio y Barreto. Por la derecha: tembladerales del Hervidero, cañada Isletas, Sauce y Ñangapiré. Pasos de Vera, á contar de la barra: del Cerro, Real de Vera, del Potrero, picada de Andresillo ( por Andrés Cabrera, oriental, que vivió. antes de la guerra grande en una tapera muy conocida ), paso de los Machuca (enfrente: tapera de Juan Machuca, difunto), y paso de Rosales (Genaro Rosales, pulpero antes de-la guerra grande)."
Cerro de Vera (Banda Sur, Dpto. de Soriano)
Dice Orestes Araujo; "Vera. — Cerro de. — Dpto. de Soriano. El cerro de Vera está situado de 15 á 20 kilómetros al $. del paso de Vera, sobre la margen derecha del arroyo del mismo nombre."
SALTO DE VERA, KM 140
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¿QUIEN ERA VERA?
En el libro de Orestes Araujo encontramos mención al Maestre de campo don Antonio de Vera Mujica, que dio origen al nombre de "Real de Vera" en las cercanías de Colonia del Sacramento.
Real de Vera. — Paraje. — Dpto. de la Colonia. Vera es un arroyuelo que desagua en el río de la Plata, á la altura de las islas de Hornos y del Inglés. El Real de Vera es el paraje que queda sobre la margen izquierda del mencionado arroyito, y el origen de este nombre dimana del campamento que en él estableció el Maestre de campo don Antonio de Vera Mujica, cuando con un ejército de 260 soldados y 300 indios guaraníes puso sitio en 1680 á la ciudad de la Colonia, apoderándose de ella por asalto. Éste fué el primer asedio que sufrió la mencionada población.
ANEXO: SERVANDO GOMEZ Y EL GENERAL GARIBALDI,
EL COMBATE DE SAN ANTONIO, 1846
La Guerra Grande no fue muy abundante en grandes batallas, por distintos motivos.
En primer lugar, por su duración, ocho años y medio, durante los cuales se mantuvieron, firmemente, frente a los soldados de Rosas, las divisiones legales, disminuidas por las derrotas en Arroyo Grande y en India Muerta, batallas en las que los vencedores sacrificaron todos los prisioneros, sin piedad no excepción para nadie.
De acuerdo con los bárbaros y sanguinarios procedimientos puestos en práctica por los ejércitos de Rosas, los ejércitos vencidos desaparecían totalmente de la faz de la tierra, sin respetarse absolutamente nada. En segundo lugar, que contar que la mayor parte de los soldados que quedaban, estaban refugiados tras las murallas improvisadas de Montevideo, y que se mantenían tras ellas a la espera de cualquier ataque enemigo, que no se produjo durante todo el tiempo del sitio, no está bien explicado por qué razones.
En la época de hace cien años, la campaña del Uruguay, después de India Muerta y de la acción llevada a cabo por el ejército de Urquiza, se encontraba casi completamente libre de partidarios del gobierno de la Defensa, hallándose en algunos departamentos pequeñas partidas que operaban a base de sorpresas, manteniendo en perpetua inquietud a las partidas enemigas. Sólo el inmenso prestigio del general Rivera había sido capaz de levantar un ejército de tres mil hombres, que hubo se ser sacrificado en los bañados de Rocha por otro ejército, compuesto de extranjeros, al mando de un general también extranjero.
La intervención franco-inglesa de 1845, trajo al país nuevas realidades, aun cuando ellas no llegaron nunca a adquirir las debidas proporciones. Los planes de los interventores, que en primer lugar exigían la liberación para el comercio de las grandes vías fluviales, comenzaron a cumplirse con el ataque a Obligado por las flotas aliadas, y con el avance, por la orilla izquierda del Uruguay, de una pequeña expedición, que se puso al mando del coronel José Garibaldi.
En artículos anteriores, hemos seguido los progresos de esta expedición, desde la Colonia hasta el Salto, y la que se apoderó, prontamente, de todas las posesiones enemigas en aquella orilla del rio. La circunstancia de que el ejército de Urquiza tenía que volver a Entre Ríos, dejó libre gran parte de la República, ya que tampoco los oribistas contaban con tropas para guarnecerla. Como hemos dicho, Urquiza dirigió contra el Salto, en poder de Garibaldi entonces, dos o tres ataques que no dieron ningún resultado pues la guarnición que lo defendía, respondió en forma decidida. Sin embargo, detrás de él, y preparándose para combatir, quedaron varios grupos importantes de soldados, bien armados, bajo el mando de jefes capaces y bien experimentados, a los que se había dado la misión de rechazar de aquella región a los representantes del Gobierno de la Defensa.
La necesidad de dejar una guarnición en cada uno de los puntos importantes que eran ocupados, hizo que Garibaldi llegara al Norte de la república, casi exclusivamente con unas pocas compañías de sus legionarios italianos, a los que correspondieron, en su mayor parte, las hazañas realizadas.
Garibaldi aprovechó la ocasión para obtener la vuelta al país, de muchos colorados que se hallaban refugiados en el Brasil como consecuencia de las derrotas anteriormente experimentadas. Primero fue el coronel Báez, el que a la cabeza de una par de cientos de hombres y varios jefes, se le incorporó en las cercanías del Salto.
Ahora, se trataba de facilitar el pasaje del general Anacleto Medina, que acaudillado otro par de cientos de hombres se había introducido nuevamente en nuestro territorio. Medina bajaba desde la frontera, costeando el Uruguay y se encontraba a pocos kilómetros del Salto. El coronel Garibaldi, resolvió facilitar su incorporación, y con ese objeto salió, el día 8 de febrero de 1846 del Salto, a la cabeza de cuatro compañías de la Legión Italiana, que juntaban, apenas, 220 combatientes.
El coronel Báez, al frente de un escuadrón de caballería, cuyas dos partes mandaban los comandantes Francisco Caraballo y Timoteo Domínguez, lo apoyaba. En un principio, nada pudieron distinguir del poderoso grupo enemigo que los esperaba para rodearlos y exterminarlos, que era el propósito que llevaban teniendo en cuenta, sobre todo, la diferencia de fuerzas que en los oribistas era cuatro veces mayor por lo menos. A poco de salir del Salto, avanzando hacia el Norte, los legionarios que marchaban por la orilla del Uruguay se vieron vigilados por un cuerpo enemigo de trescientos hombres de caballería enviados, seguramente en misión de observación.
Sin acercarse demasiado, ese cuerpo se escopeteó con el grupo del coronel Baéz, que protegía los flancos de las tropas de Garibaldi, pero sin tentar ningún ataque de verdadera importancia. Considerándose incapaz para atacar se conformó con preparar la emboscada que se había decidido, y en la cual cayó Garibaldi que ignoraba la presencia de dichas tropas en aquel lugar.
Estaban ya a unos kilómetros del Salto, cuando apareció la división del general Servando Gómez, fuerte de 900 hombres, la que unida a los trescientos rosi-oribistas que ya se hallaban en aquel lugar, los hizo ascender a 1.200, de infantería y caballería, perfectamente armados. Esta aparición ante los trescientos hombres, que marchaban a las órdenes de Garibaldi, llevó a todos los corazones la convicción de que se jugarían allí los más serios problemas y que sería necesario combatir hasta último momento si se quería escapar con vida de las manos de tan crueles enemigos.
A la una y media de la tarde, los legionarios de Garibaldi que se habían refugiado en unos viejos galpones del antiguo saladero Venancio Medina, quedaron completamente rodeados, en plena llanura, por las fuerzas de Servando Gómez, las que establecieron en su redor un verdadero cerco estratégico. No había, pues, ninguna escapatoria, ya fuera hacia el Salto, que quedaba hacia el Sur, ya hacia el monte que cerraba, hacía el Norte, el escenario del encuentro.
Ni siquiera del lado del río, ocupado por un fuerte escuadrón de lanceros enemigos, quedó la posibilidad de una escapatoria a los doscientos hombres de Garibaldi reforzados por cerca de bien del coronel Báez, del que la mayor parte de las fuerzas no intervinieron en el furibundo combate.
A la una y media de la tarde, Servando Gómez general valiente y muy experimentado, inició, decididamente, el ataque. En primer lugar, actuó su infantería y después, desde varios puntos, arrojó su fuerte caballería en grandes y ordenadas cargas. No hay necesidad de contar muchos episodios de este combate que duró hasta la noche, sin interrupción.
Todo consistió en la repetición de la misma táctica, de uno como de otro lado. La caballería de Servando Gómez atacó muchas veces, llegando hasta las proximidades de la línea de defensa garibaldina, pero allí era detenía por el excelente fuego de los legionarios, que no tiraban sino cuerpo a cuerpo.
Enrededor de los atrincherados se fué formando una verdadera muralla de enemigos, muertos y heridos, de los que los garibaldinos obtuvieron municiones, ya que las propias no les duraron mucho tiempo. Y todo eso, sin un momento de debilidad, sin un punto flojo, sin una confusión, luchando a cuerpo libre, pues no había habido tiempo de cavar la más insignificante trinchera, ni existían paredes ni defensas de ninguna clase. Garibaldí, tomó un fusil y se batío gallardamente, como cualquiera de sus compañeros, dándoles el ejemplo, y participando valientemente en todos los momentos, en aquella apurada situación. Así se combatió, incansablemente, durante casi siente horas, sin que el esfuerzo del enemigo obtuviera absolutamente ninguna ventaja y sin que los atacados cedieran, en ningún momento.
Llegaron, de ese modo, las nueve de la noche. Garibaldi consideró que la permanencia en aquel lugar después de tan terrible matanza, debía serle fatal. Y, ordenó, entonces, la retirada hacia el Salto. Había que avanzar lentamente a través de un terreno ocupado en su totalidad por el enemigo, y así se hizo, luchando constantemente. No dejó ni un herido, y llevó consigo todos los despojos tomados al enemigo, entre los que había algunos de Servando Gómez se empeñaron en evitarlo, pero los legionarios, formados en columna, fueron adelantando firme y continuamente, sin desviarse, abriéndose paso con el fuego de sus fusiles. Duró esa marcha más de tres horas y media, llegando todos los soldados de Garibaldi, sanos y heridos, a refugiarse en los atrincheramientos de la ciudad, en donde fueron recibidos como héroes, que lo habían sido.
Allí estaba Anzani, el segundo jefe de la Legión, con un puñado de compatriotas. En momentos en que Garibaldi con sus compañeros combatían, a pocos kilómetros, se presentó frente a la plaza el comandante oribista Lucas Píriz, con un fuerte grupo de soldados. ¿Dónde está la Legión?, pregunta Anzani.
En el otro mundo, se le contesta. ¿Y Garibaldi? Lo hemos visto caer.
Anzani, aunque enfermo, se encoleriza, y acercando la mecha a los cañones preparados, contesta: "Si todos nuestros compañeros están muertos, cosa en la que yo no creo, debemos batirnos todos hasta el final. Si tenemos la fortuna de rechazar el enemigo habremos vengado la sangre de los mártires de la libertad; en caso contrario, haremos saltar la batería y no uniremos con nuestros hermanos en el otro mundo".
Este gesto, también heroico, del bravo Anzani, impidió que el Salto cayera en manos del enemigo, ya que éste no tentó ningún avance hacia la población. Allí encontró Garibaldí y los suyos la paz necesaria para reponerse de casi doce horas seguidas de combate a muerte, del que habían salido vencedores. Los heridos fueron repartidos en casas particulares y cuidados allí con todo cariñó. Las bajas habían sido serias, ya que sobre el campo Garibaldi hubo de dejar treinta muertos, llevando consigo cincuenta heridos. Esto, para el total de unos trecientos hombres, era mucho, pero había que ver en la forma como se había luchado, el tiempo empleado en la lucha, y sus resultados.
El enemigo, varias veces más numeroso, tuvo bajas mucho mayores, ya que en todo momento había atacado, y en muchas ocasiones en montón. Del número de sus bajas no se tiene una seguridad absoluta, pero algo puede revelar la comunicación enviada el 12 de febrero, cuatro días después de la batalla, por el coronel Garibaldi al gobierno de Montevideo.
"El coronel Santander, dice, mandado por el jefe al campo de batalla de San Antonio para enterarse y dar razón del estrago del combate, relató en mi presencia lo que sigue: He encontrado a una distancia del campo de batalla dos receptáculos de cadáveres del enemigo en dos zanjas diferentes; en el primero contamos setenta y tantos, y en el segundo, ochenta y seis, sin contar una rastrillada grande de cadáveres o heridos que el enemigo llevaba para afuera y entre los cuales se hallaría, ciertamente, los oficiales muertos".
Según estos y otros datos, hay que calcular que la división de Servando Gómez experimentó cerca de doscientos muertos, debiendo ser los heridos muchos más. Fuera de toda duda ellos combatieron, también, valientemente, pero no lograron lo que se proponían, a pesar de la diferencia en número y poder que tenían, completamente en su favor.
La victoria de San Antonio, fué ruidosamente festejada en todas partes en donde flameaba la bandera de la legalidad. El día 25 de febrero, el gobierno de Suárez decretaba la concesión de varios premios, reconociendo la importancia de aquella acción de guerra. Por ese decreto, se reconocía que Garibaldi y todos los que con él lucharon en San Antonio merecían "bien de la República"; que en la bandera de la Legión se colocarían unas palabras que recordarían la brillante acción; que los nombres de aquellos héroes, encabezados por los muertos, serían inscriptos en un cuadro que se colocaría en la Casa de Gobierno; que sus familias disfrutarían de una doble pensión; que la Legión Italiana tendría un puesto de privilegio en las formaciones militares, etc.
La copia del decreto se entregaría a la Legión el 15 de marzo, celebrándose con tal motivo una parada de la guarnición. En cuanto a Garibaldi, se le ascendía a "Coronel mayor", cargo al que renunció cuando se enteró, con una elevada nota en que se expresaba, entre otras cosas, lo siguiente: "No sólo los beneficios, los honores también me pesarían sobre el alma comprados con tanta sangre de italianos. Yo no tenía aspiraciones cuando fomentaba el entusiasmo de mis compañeros a favor de un pueblo que la fatalidad ponía a merced de un tirano; y me desmentiría hoy si aceptase las distinciones que la generosidad del gobierno quiere otorgarme. La Legión me ha encontrado coronel del ejército; como tal me aceptó a su frente, y como tal dejaré la Legión cuando hayamos cumplido con los votos que hicimos al pueblo oriental".
Con la nobleza de siempre, Garibaldi se negaba a aceptar el ascenso, conforme poco antes, a pesar de su seria situación económica, se había negado a recibir una dádiva voluntaria, para él y sus soldados, de campos en varios departamentos. No él ni los que formaban la Legión Italiana estaban luchando para obtener ningún premio ni honores, y cuando podían renunciaban generosamente a ellos.
El combate de San Antonio, realizado con tanta valentía y fortuna, era para ellos suficiente timbre de gloria, y no deseaban nada más que poder decir que habían intervenido en él. "Fué bella la retirada de aquellos hombres, primeros caballeros del mundo, escribió más tarde el mismo Garibaldi en sus "Memorias", en columna cerrada entre una densa nube de humo. La pequeña columna ¡oh!, ¡cómo la recuerdo con orgullo!. Y más allá: "No daré mi nombre de legionario por todo el oro del mundo".
Se estaba es verdad, en plena época romántica, y su bello gesto, su coraje, su invencibilidad estuvieron de acuerdo con las bellas tendencias de aquellos tiempos inseguros y heroicos. La historia ha guardado fielmente su recuerdo, haciendo de ella un hecho ejemplar en el que se pusieron de manifiesto verdaderos prodigios de valor. No puede caber duda de que el general oribista, con la emboscada que había preparado, se prometió barrer por completo aquellos pocos legionarios que habían tenido la audacia de disputarle el territorio de la República tan lejos de Montevideo.
Su plan de batalla, perfectamente ejecutado, no tendía a otra cosa. Pero el plan le fracasó. Garibaldi y los suyos supieron combatir y vencer, y retirarse después hacia el Salto, sin que los enemigos se atrevieron a perseguirlos, no reaccionaran en ninguna forma. A la cabeza de sus jinetes, el general Anacleto Medina entró en el Salto, sin experimentar el menor inconveniente. Eso era lo que se buscaba y se obtuvo gracias al valor de los legionarios italianos.
Alberto Lasplaces. Montevideo, febrero de 1946
FUENTE: Suplemento Dominical, Diario El Día N° 682
https://archive.org/details/SupDiarioElDia_682/
"La batalla fue de gran importancia para Garibaldi y su Legión Italiana, que tuvo un mayor reconocimiento e importancia.
Es de las batallas más famosas libradas por Garibaldi en Sudamérica. En el septiembre siguiente Garibaldi fue recibido en Montevideo como héroe nacional, luego de que el gobierno de la Defensa emitiera un decreto el 24 de febrero de 1846, agradeciéndole por esa "gloriosa jornada" a los combatientes que tan gallardamente resistieron la tenaz carga de las fuerzas de Gómez."
FUENTE: BATALLA DE SAN ANTONIO EN WIKIPEDIA: https://es.wikipedia.org/wiki/Batalla_de_San_Antonio
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