BERNABÉ RIVERA: Una Biografía no autorizada, Parte 4: Bernabé Rivera en la Matanza o Combate de Salsipuedes

¿Quién fue el Coronel Bernabé Rivera? La Historia le reconoce una controvertida fama, a raíz de que fue uno de los responsables de la llamada “Matanza de Salsipuedes”, en que se intentó por el Gobierno del Brigadier General Fructuoso Rivera una suerte de “Endlösung” (“solución final”) para con los indios charrúas, y por el celo de diligencia, por no decir obsesión, con que Bernabé los persiguió para dispersarlos y liquidarlos si se daba el caso. Sin embargo, Bernabé Rivera también fue un destacado militar, un héroe de la Independencia del Uruguay, y una personalidad tenida en muy alta consideración por las gentes de su época. Continuamos con la Parte 4 de esa serie.

Historia05 de mayo de 2023 Edgardo Ettlin
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Parte 3:  En los inicios del Estado Oriental del Uruguay como país soberano.

El “tema charrúa”: una cuestión no resuelta desde la época colonial

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Parte 4:  Bernabé Rivera en la Matanza o Combate de Salsipuedes

El tránsito de Bernabé por la existencia estuvo muy vinculado a los pasos de su tío (no hermano), el Brigadier General don Fructuoso Rivera. En todas sus audaces o ferméntales empresas, Bernabé siempre estuvo con él acompañándolo o secundándole. Por supuesto, cuando Fructuoso se embarcó en la campaña contra los charrúas, aquél estaría presente. Los objetivos de Bernabé al respecto estarían, como no podía ser de otro modo, consustanciados con los de su tío.

El 11 de abril de 1831 participó Bernabé al mando de las tropas del Gobierno junto a su tío-Presidente Fructuoso Rivera en la polémica Matanza de Salsipuedes (para algunos también “Masacre”, para otros “Combate”, para otros “Episodio”, según del bando histórico o político-partidario en que se esté); para Bernabé Rivera, “la jarana de los indios” (19). Uno de los episodios más controvertidos de la Historia uruguaya si los hay. No queremos detenernos en los detalles de este suceso (20), salvo para destacar que Bernabé Rivera participó en dicho evento al mando del 2° Escuadrón de Caballería (21). A él le cupo inducir y hacer confiar principalmente (el General Julián Laguna, encargado también en esa tarea, tuvo inconvenientes para convencerlos), a los indios charrúas a allegarse al lugar que estaba convenido para dar cuenta de ellos, acompañándoles: “El coronel Bernabé Rivera, … jefe del segundo regimiento de caballería, fue el guía de la hueste que encabezaban los caciques Venado y Polidoro (22). Había sido escogido expresamente para esta comisión por la confianza que inspiraba á los charrúas.” (23).

Difieren las apreciaciones sobre cómo ocurrieron los hechos en el episodio de Salsipuedes. Podríamos reconstruir una versión sobre lo sucedido cruzando las informaciones del Coronel Manuel Lavalleja (uno de los 33 Orientales, y hermano del Brigadier General Juan Antonio Lavalleja), del Brigadier General Antonio Díaz, del Coronel Antonio Díaz (hijo) y de Eduardo Acevedo Díaz ([24]). Principalmente los relatos de Manuel Lavalleja y los del Brigadier Antonio Díaz son de valía, porque recogieron testimonios presenciales de los hechos. 

Es necesario, más allá de los supuestos motivos y de los apoyos que habría tenido Fructuoso Rivera, entonces Presidente del novísimo Estado Oriental del Uruguay, para erradicar o desarticular a las tribus de indios charrúas hacia 1831, tener presente que éste osciló entre diversas posiciones. Hacia 1824, si bien apoyaba contra ellos una solución armada, entendía que en esos momentos no era viable ni efectiva, por lo que como alternativa proponía que fueran estimulados a emprender una vida civilizada, a través de conminarles a la práctica del trabajo y de proceder a su evangelización, teniéndose sí la fuerza como elemento disuasivo ([25]).

Aunque cierto es que Rivera solicitó a la Asamblea General la autorización del 30 de diciembre de 1830 para “salir á la campaña mandando en persona la fuerza armada”, lo que le fue concedido ([26]). Tenía ahora el propósito, dentro de un operativo para terminar contra la delincuencia y el abigeato, de darle a los charrúas “su merecido” y “dar el paso sobre los salvajes”. Se sentía que sería “una obra que los desvelos de ocho virreyes, y por más de 40 años no lograron realizarla. Será lindísimo… Ah! Qué glorioso será si se consigue, sin que esta tierra tan privilegiada no se manchase con sangre humana” ([27]). “Todo promete un brillante resultado” ([28]). 

Llegamos así al escenario de Salsipuedes, que proponemos reconstruir conforme a las versiones más antiguas a las que pudimos acceder ([29]). Se discute inclusive cuál fue el lugar en que ocurrió “Salsipuedes”: Fructuoso Rivera escribió su comunicado oficial sobre lo acontecido en su “Cuartel General, Salsipuedes” ([30]) de circunstancias, pero se dice que el episodio se pudo haber desarrollado no sólo en uno, sino a través de distintos choques; según algunos en dos lugares, y otro como Acosta y Lara, hablan de tres lugares ([31]). Ocurrieron los acontecimientos, básicamente, por el actual Departamento de Paysandú. Hoy existe un monumento que conmemoraría el episodio, pero el lugar en que fue emplazado se encuentra muy discutido en cuanto a si realmente allí habría acontecido “Salsipuedes”.

 Salvo el hecho de que Fructuoso Rivera procuró convencer a los charrúas de encontrarse con él en un punto determinado que hoy conocemos como “Salsipuedes”, y el informe oficial que se dio publicidad luego del evento, no hay testimonios ni documentos primarios de época sobre sus detalles bélicos, y el comunicado de Rivera no da mayor información de lo acontecido. Sólo poseemos informaciones tardías y secundarias, que supuestamente consultaron a personas que los vivieron, pero son bastante lejanas en el tiempo respecto a los hechos. 

 Las fuentes más antiguas que pudimos encontrar sobre lo que hoy conocemos como “la Matanza de Salsipuedes” son (hay relatos y versiones posteriores, pero utilizamos para nuestra historia éstas, que creemos son las primeras):

 a) un artículo bajo el seudónimo de “Demófilo”, aparecido en “El Defensor de la Independencia Americana” del 1° de julio de 1845, que creemos pudo haber sido escrito por el Brigadier General Antonio Felipe Díaz, quien era redactor en aquel periódico, acorde a ciertas semejanzas que encontramos con unos “Apuntes sobre los indios charrúas” que dejó manuscritos sin corregir, de data incierta ([32]);

b) una memoria del Coronel Manuel Lavalleja (hermano del Libertador Brigadier General Juan Antonio Lavalleja) que escribió para el Brigadier General Manuel Oribe, del 31 de octubre de 1848 ([33]).

 “El mulato Rivera” (según le califica Manuel Lavalleja a Don Frutos) ([34]), convocó a los indios charrúas en Salsipuedes, con el pretexto de arreglar con ellos para que entraran en Brasil a recuperar los ganados orientales que los brasileños les habían robado. De acuerdo a la documentación relevada por Picerno, Rivera había solicitado inicialmente al General Julián Laguna que atrajera a los indios “en las puntas del Queguay Grande”, con el propósito de que se les convocaba para colaborar en guardar las fronteras del Estado, y haciéndoles ver de que Rivera de su amistad. Pero luego varió el lugar de contacto, hacia  un punto en que los charrúas no tendrían muchas posibilidades de escapatoria.

“Los charrúas siempre dispuestos contra los brasileros, y enemigos naturales de estos, no vacilaron en aceptar el convite desde que en él se envolvía el interés de invadir al Brasil.”. Sin embargo, algunos caciques charrúas como Polidorio (Polidoro, o Sepé -hay quienes sostienen de que se trata de la misma persona-) y “El Adivino”, intuyendo o con cierta prevención de que algo nefando se tramaba en su contra, sospecharon y no concurrieron aduciendo (en palabras de Polidorio) que “Frutos era corazón malo y traidor” ([35]). Pero los restantes se allegaron.

 Bernabelito ([36]) venía acompañando a muchos de ellos, al mando del Escuadrón No. 2 de Caballería ([37]).

 Fructuoso Rivera tenía aproximadamente unos mil hombres reunidos ([38]). Participaron militares orientales en distintos Escuadrones y Compañías, milicianos, soldados argentinos al mando del General Juan Lavalle, vecinos brasileños y locales que odiaban o sufrían a los charrúas y se habían agrupado (debemos acotar que los hermanos brasileños, donde veían entonces a un charrúa, le “tocaban bala”), y hasta indios guaraníes. No abundaremos en estos detalles.

“Tenía Rivera un hermano, joven de bellísimas disposiciones y de un alma nacida para lo bueno; pero que por una de aquellas contrariedades, por desgracia harto comunes en la especie humana, se había acostumbrado á obedecer ciegamente a su hermano mayor, aun en aquellas cosas que él mismo, condenaba con pública franqueza: debilidad inconcebible que lo hizo cómplice de no pocas maldades que aquel cometiera, en el curso de su desordenada vida. Podía Rivera haber asociado á su crimen á un extraño cualquiera, ahorrando á su infeliz hermano la ejecución de un hecho que sabía le había de repugnar en extremo, y hacerlo aparecer ante sus conciudadanos como un verdugo feroz y despiadado. Pero no quiso. Se empeñó en que su hermano fuese el vil instrumento de su maldad; y á pesar de la viva resistencia que encontró por esta vez en él, logró al cabo que cediese como siempre. D. Bernabé recibió las instrucciones correspondientes, y marchó al lugar señalado para la consumación del bárbaro designio.

Un mensajero de paz había ido ya de antemano á convidar á los Charrúas á que acudiesen á aquel mismo paraje, donde, se les decía, se acomodarían las diferencias que existían á la sazón entre ellos y Rivera (habiales este suscitado de intento poco antes), se celebrarían los nuevos pactos de amistad, y recibirían los largos regalos que en prueba de ella y según costumbre se les iban á hacer. 

Juzgando los Charrúas que en todas estas propuestas había la mejor buena fé, se dispusieron á ir al lugar de la cita el día que se les había designado. Salen los infelices de sus guaridas mal armados y desapercibidos como que pensaban ir á una fiesta, y se dirigen alegres y tranquilos á donde, según se les había dicho, los estaban esperando para abrazarlos. Llegan allá; mas ¡óh traición inconcebible! Crecidas fuerzas, que con anticipación se habían colocado en emboscada, salen de improviso, los rodean y á mansalva hacen en ellos una espantosa carnicería. Pocos son los que aciertan á defenderse, con la sorpresa.

Entre estos pocos se distinguió el impertérrito Cacique Rondó ([39]). Cercado de una porción que lo atacaban, sin más arma que su sola lanza, todavía sostuvo una larga lucha al cabo de la cual, falto de fuerzas y cargado de heridas, cayó hecho pedazos, pero no sin haber hecho correr en abundancia la sangre de sus cobardes enemigos. Perico ([40]), el otro Cacique, quedó prisionero con un gran número de mujeres y niños. Solo un corto grupo de 40 a 50 guerreros escapó á esta matanza, que alcanzaron á refugiarse en las asperezas desiertas del Arapey y el Cuareim, donde fueron á meditar la venganza que poco después consiguieron ejecutarla.

Tal fue el acto horrible que puso fin á la nación Charrúa. Dispuesto y ordenado por Rivera; pero ejecutado por su hermano D. Bernabé, la responsabilidad del hecho recayó toda sobre este…” ([41])

El Coronel Antonio Díaz, hijo del Brigadier General Antonio Felipe Díaz y quien habría tomado esta información del propio padre, en 1877 relata el episodio central así: 

 “Llegados al campamento los indígenas, Rivera entretuvo haciendo marchar á su lado al cacique Venao, mientras los Charrúas desmontaban en el paraje designado para que campasen. Entonces fue que el General Rivera dijo á Venao que venia a su derecha préstame tu cuchillo para picar tabaco, descargando un tiro de pistola sobre el cacique, en seguida de apoderarse del cuchillo. El cacique quedó ileso, pero huyó vociferando en charrúa, en dirección al campo de sus hermanos, que alarmados empezaron á tomar caballo como pudieron.

En el acto el escuadrón desarmado ([42]) se arrojó sobre las lanzas y demás armas de los indios. D. Bernabé Rivera formó en batalla á retaguardia de estos con el número 2; el resto de las fuerzas tomó circulo, y al toque de degüello, cayeron repentinamente sobre los indígenas, matándoles en su casi totalidad, inclusive su cacique Vencol jefe principal.” ([43])

 Nos cuenta Eduardo Acevedo Díaz, quien conocía las informaciones del Coronel Manuel Lavalleja, pero especialmente compilando las de su abuelo materno el Brigadier General Antonio Felipe Díaz y de su tío el Coronel Antonio Díaz (hijo) ([44]):

“Ya en el campo, éstos, recelosos y desconfiados, parecieron vacilar un momento.

No tenían memoria de haberse confundido nunca con ejército alguno, pues siempre habían acampado lejos, á un flanco, en los tiempos del general Artigas.

Viéndolos perplejos y mal dispuestos, el presidente (Fructuoso Rivera) llamó á Venado y púsose á conversar con él, marchando muy juntos al paso die sus caballos.

Entraba este detalle en el drama.

El cacique iba mudo, observando el cuadro.

Los clarines lanzaban la nota de atención.

Los soldados se movían en silencio con aire siniestro, prendidos los sables y colgadas al cinto las pistolas.

De pronto, el coronel Bernabé Rivera, tendiendo el brazo hacia un vallecito espaldeado por nutrida vegetación, dijo á Polidoro:

“-Allí pueden desmontar.”

Movióse el cacique y tras él la horda, con ese andar lento é indeciso de los gatos monteses fuera de la espesura.

Eso de desmontar, en medio de las tropas, parecíales sin duda al cacique y á sus compañeros una grande exigencia.

Se habían habituado con sin igual habilidad á los lomos equinos y se sentían demasiado bien en ellos para abandonarlos en aquella hora.

Pero, el presidente Rivera llamaba en voz alta de “amigo” á Venado y reía con él marchando un poco lejos; y el coronel, que nunca les había mentido, brindaba á Polidoro con un chifle de aguardiente en prueba de cordial compañerismo.

En presencia de tales agasajos, la hueste avanzó hasta el lugar señalado, y á un ademán del cacique todos los mocetones echaron pie á tierra.

Apenas el general Rivera, cuya astucia se igualaba á su serenidad y flema, hubo observado el movimiento, dirigióse a Venado, diciéndole con calma:

“-Empréstame tu cuchillo para picar tabaco.”

El cacique desnudó el que llevaba á la cintura y se lo dió en silencio.

Al cogerlo, Rivera sacó una pistola é hizo fuego sobre Venado.

Era la señal de la matanza.

El cacique, que advirtió con tiempo la acción, tendióse sobre el cuello de su caballo dando un grito. La bala se perdió en el espacio.

Venado partió á escape hacia los suyos.

Entonces la horda se arremolinó y cada charrúa corrió á tomar su caballo.

Pocos sin embargo lo consiguieron, en medio del espantoso tumulto que se produjo instantáneamente.

El escuadrón desarmado de Luna, se lanzó veloz sobre las lanzas y algunas tercerolas de los indios, apoderándose de su mayor parte y arrojando al suelo bajo el tropel varios hombres.

El segundo regimiento buscó su alineación á retaguardia en batalla con el coronel (Bernabé) Rivera á su frente; y los demás escuadrones, formando una grande herradura, estrecharon el círculo y picaron espuelas al grito de “carguen”.

En algunos cuellos bronceados y macizos se ensañó el filo de las dagas, pues no había sido en vano el toque sin cuartel; y al golpe repetido de los sables sobre el duro cráneo indígena, puede decirse que voló envuelta en sangre la pluma de ñandú, símbolo de la libertad salvaje. No fueron pocos los que se defendieron, arrebatando las armas á las propias manos de sus victimarios.” ([45])

 Los charrúas que pudieron, se defendieron. 

 “El cacique (Vaimaca) Pirú logró escapar de la matanza, llegando hasta la presencia del General (Fructuoso) Rivera, a quien dijo: mirá tus soldados matando amigos”. 

“Los pocos hombres que escaparon a la matanza general, se refugiaron por lo pronto en las asperezas del Arapey y en los bosques del Cuareim” ([46]).

 Concluido el operativo, Bernabé Rivera se dirigió con su Escuadrón a perseguir a los indios que habían escapado y al cacique Polidorio (quien desconfiado, no había querido ir). Se encontró con el cacique Venado y doce charrúas por el arroyo Cañitas, y haciéndoles creer que les devolverían a sus mujeres e hijos que habían tomado prisioneros, los hizo marchar escoltados, y en la estancia del Viejo Bonifacio Benítez, mientras estaban comiendo, Venado y sus compañeros fueron atacados y masacrados por un grupo de soldados que Bernabé Rivera había dispuesto ([47]). 

A través de un comunicado expedido en “Cuartel General, Salsipuedes” del 12 de abril de 1831, Fructuoso Rivera informa que la acción había consistido en “poner en ejecución el único medio que ya restaba, de sujetarlos por la fuerza. Mas los salvajes, o temerosos ó alucinados, empeñaron una resistencia armada, que fue preciso combatir del mismo modo, para cortar radicalmente las desgracias, que con su diario incremento amenazaban las garantías individuales de los habitantes del Estado, y el fomento de la industria nacional constantemente depredada por aquellos.

Fueron en consecuencia atacados y destruidos, quedando en el campo más de 40 cadáveres enemigos, y el resto con 300 y más almas en poder de la división de operaciones. Los muy pocos que han podido evadirse de la misma cuenta, son perseguidos vivamente por diversas partidas que se han despachado en su alcance, y es de esperarse que sean destruidos también complemente sino salvan las fronteras del Estado”; y destacó “la brillante conducta, constancia y subordinación… y muy particularmente los recomendables servicios que en ella han rendido el Sr. General D. Julian Laguna, y el coronel D. Bernabé Rivera” ([48]).

 La única baja oficial en el Ejército gubernista fue la del joven Teniente Primero Maximiliano Obes, hijo de Lucas Obes (a la sazón Fiscal General) ([49]). Aunque es posible que hubiera algunos muertos más entre las huestes estatales, que quizá ni se contaron por considerarse recursos humanos sin valor, o siguiendo una acostumbrada tendencia en los informes militares a minimizar el número de bajas “amigas”: “Los indios mataron defendiéndose, algunos de los soldados de Rivera y entre los muertos apareció el teniendo D. Máximo [Maximiliano] Obes…” ([50]).

 El 14 de abril de 1831, el nuevo Santo y Seña del Ejército había pasado a ser “En el Estado=Concluyeron=Los Charrúas” ([51]).

 “Jamás estos salvajes han podido soportar el yugo de la civilización, aun en el grado más bajo, y cada vez que se ha aguardado ciertas chances de éxito, se han precipitado como bestias feroces sobre los apacibles habitantes de las campañas, llevándose todo a fuego y sangre en su pasaje, sin conceder la gracia de la vida ni a mujeres ni a niños. El presidente Ribéra [sic], viendo que era imposible vivir en paz con estos terribles vecinos, que habían venido a asentar sus tiendas hasta las márgenes del río Negro, y que todos los medios de dulzura que se había usado en su consideración, no producían ningún efecto, resolvió hacerles una guerra a muerte, y tras una campaña de algunos meses, ha estado bastante feliz por haber desembarazado su país de su presencia.” ([52])

Luego de Salsipuedes (11 de abril de 1831), a pesar de los muertos y de todos los prisioneros enviados a Montevideo que sufrieron (hombres, mujeres, y niños), los charrúas mantuvieron una fuerza bélica considerable. “De esa matanza escaparon con el cacique Sepé de 80 a 90 hombres, que se refugiaron en los montes del Cuareim.” ([53]) También estaban con ellos sus familias (“la chusma”, como se llamaba entonces a sus mujeres e hijos). Luego del combate de Mataojo (17 de agosto de 1831), los que pudieron seguir escapando y sobrevivir, se asentaron en una región ubicada aproximadamente entre las nacientes de los ríos Cuareim y Arapey.

REFERENCIAS, de la Parte 4; Bernabé Rivera en la Matanza o Combate de Salsipuedes

[16]  Esta carta de Fructuoso Rivera fue publicada originalmente en “Iris. Periodico de Religião, Bellas-Artes, Sciencias, Lettras, Historia, Poesía, Romance, Noticias e Variedades, collaborado por muitos homens de letras e redigido por José Feliciano de Castilho Barreto e Noronha” Tomo 2.º, segundo semestre de 1848, Rio de Janeiro, Tipographia Franceza, pp. 567-569. Lo citado sin cursiva fue resaltado por el propio Fructuoso Rivera en su carta difundida en “Iris”. En nuestro medio, este documento se encuentra reproducido en el trabajo de FIGUEIRA José Joaquín, “Eduardo Acevedo y los aborígenes del Uruguay (conclusión)”, en “Boletín Histórico del Ejército”, Nos. 193-196, Estado Mayor del Ejército, Departamento de Estudios Históricos, División Historia, Montevideo, 1977, esp. pp. 368-372.

[17]  “El Defensor de la Independencia Americana”, No. 363, Miguelete, 30 de Diciembre de 1848, pp. 3 y 4; esp. p. 4.

[18]  DÍAZ Antonio, “Apuntes varios sobre los indios charrúas, por el Brigadier General don Antonio Díaz”, Estado Mayor del Ejército, Departamento de Estudios Históricos División Historia, Montevideo, 1977, p. 5.

[19]  Carta de Bernabé Rivera al General Julián Laguna de fecha 27 de abril de 1831, cuya reproducción facsimilar y transcripción puede verse en PICERNO, “El genocidio…” cit., pp. 280-281.

[20] Modernamente, Picerno localiza el lugar de la refriega en la confluencia de la barra del arroyo Tiatucura con el Arroyo Salsipuedes Grande (PICERNO, “El genocidio…” cit., pp. 222, 231y 241), mientras que López Mazz y Bracco ubican el lugar de la confrontación en “la Cueva del Tigre próxima a las nacientes del arroyo Salsipuedes Grande” (LÓPEZ MAZZ José - BRACCO Diego, “La Cueva del Tigre y los sucesos del 11 de abril de 1831”, en “Estudios Históricos”, Centro de Documentación Histórica del Río de la Plata y Brasil, Año XIII - Diciembre 2021 - Nº 26, p. 27). Corresponden ambas zonas al actual Departamento de Paysandú.

[21]  ANTÚNEZ DE OLIVEIRA Oscar, “Los 100 años del 2º…” cit., p. 28. PICERNO, “El genocidio…” cit., p. 272.

[22]  Se cree que el cacique Polidoro, o Polidorio, era en realidad el cacique Sepé, quien posteriormente lideró a los charrúas en la acción de Yacaré Cururú. Para otros, Polidoro o Polidorio era un cacique minuán, quien nunca estuvo en Salsipuedes ni en Yacaré Cururú.

[23] BARRIOS PINTOS Aníbal, “Los aborígenes del Uruguay. Del hombre primitivo a los últimos charrúas”, Linardi y Risso, Montevideo, 1991, p. 165. ACEVEDO DÍAZ Eduardo, “Épocas militares de los países del Plata” Segunda Edición, Buenos Aires Martín García Librero-Editor, Barcelona Casa Editorial Sopena, 1911, pp. 414-415.

[24]  Relación de Manuel Lavalleja de fecha 31 de octubre de 1848; en “Las Primeras Ideas”, 2.a Época Año II, Montevideo, setiembre 21 de 1893, Tomo III Núm. 1, pp. 2-5; y también FIGUEIRA “Eduardo Acevedo Díaz… (conclusión)”, en “Boletín Histórico del Ejército” Nos. 193-196 cit., pp. 379-388. La reproducción facsimilar de la relación manuscrita de Manuel Lavalleja en cuanto al “Episodio” de Salsipuedes puede consultarse en PICERNO, “El genocidio…” cit., pp. 229-246, y hay una transcripción en FIGUEIRA “Eduardo Acevedo Díaz… (conclusión)”, en “Boletín Histórico del Ejército” Nos. 193-196 cit., pp. 373-379.   Una curiosidad: mientras que el texto de Manuel Lavalleja en “Las Primeras Ideas” y otros que lo reproducen dicen “el General Rivera”, el texto manuscrito original dice “el mulato Rivera”.

Acevedo Díaz sigue en esta historia, según reconoce (“Épocas militares…” cit., pp. 412-417 y 423), “á apuntes inéditos del general Diaz” y al Coronel Antonio Díaz (hijo) en su obra “Historia política y militar de las Repúblicas del Plata”. Al respecto, ver DÍAZ Antonio (hijo), “Historia política y militar de las Repúblicas del Plata, desde el año de 1828 hasta el de 1866” Parte Primera - Tomo II, Editores Hoffmann y Martínez, Montevideo, 1877, pp. 85-86; y DÍAZ Antonio, “Apuntes varios sobre los indios charrúas, por el Brigadier General don Antonio Díaz”, Estado Mayor del Ejército, Departamento de Estudios Históricos División Historia, Montevideo, 1977, pp. 19 y 11.

[25] Carta de Fructuoso Rivera a Carlos Federico Lecor de fecha 25 de agosto de 1824. El documento puede consultarse en PICERNO, “El genocidio…” cit., pp. 79-81.

[26] Ver estos documentos relacionados en PICERNO, “El genocidio…” cit., pp. 140-155.

[27]  Carta de Fructuoso Rivera a Julián de Gregorio Espinosa del 28 de marzo de 1831; reproducida en PICERNO, “El genocidio…” cit., pp. 211-213.

[28] Carta de Fructuoso Rivera a Julián Laguna del 27 de marzo de 1831, reproducida por ACOSTA Y LARA Eduardo, “El país charrúa”, Linardi y Risso, Montevideo, 2022, p. 118.

[29]  Ver Notas 32 y 33.

[30]  Ver Nota 48.

[31]  Acosta y Lara ubica el principal acontecimiento de Salsipuedes, expresando: “El lugar donde se desarrollaron los episodios que venimos de estudiar, sin duda cuidadosamente elegido por el general Rivera, cuya fama de baqueano rebasó fronteras…, lo constituye una prolongada franja de tierras, de un largo aproximado a los 52 kilómetros y un ancho de 20. Ubicado en el extremo E.S.E. del Depto. de Paysandú, llega al N. hasta Piedra Sola y al S. hasta el arroyo Juan Tomás, marginándolo al E. el Salsipuedes Grande y al W. la Cuchilla de Haedo” (ACOSTA Y LARA Eduardo, “El país charrúa” cit., p. 129). También manifiesta dicho autor que probablemente no hubo sólo o dos, sino tres choques, entre los días 6-7 a 12 de abril de 1831: uno en el Paso del Queguay, uno en Salsipuedes y otro en la Cueva o Boca del Tigre (id., pp. 198-199, 202-204).

[32]  “Extractos del Diccionario al Uso; o sea: Miscelánea Política, Histórica y Sentimental (continuación)”, en “El Defensor de la Independencia Americana”, No. 31, Miguelete, Julio 1.° de 1845, pp. 5-6. DÍAZ Antonio, “Apuntes varios sobre los indios charrúas, por el Brigadier General don Antonio Díaz”, Estado Mayor del Ejército, Departamento de Estudios Históricos División Historia, Montevideo, 1977. FIGUEIRA José Joaquín, “Eduardo Acevedo y los aborígenes del Uruguay (conclusión)”, en “Boletín Histórico del Ejército”, Nos. 193-196, Estado Mayor del Ejército, Departamento de Estudios Históricos, División Historia, Montevideo, 1977, pp. 245 y 299-312. 

[33]  Relación de Manuel Lavalleja de fecha 31 de octubre de 1848; en “Las Primeras Ideas”, 2.a Época Año II, Montevideo, setiembre 21 de 1893, Tomo III Núm. 1, pp. 2-5. PICERNO, “El genocidio…” cit., pp. 229-246.

[34]  Fructuoso Rivera era conocido por sus enemigos y adversarios políticos como “el Pardejón” o “el Mulato” debido a su piel cetrina, dado su origen andaluz (su padre, Pablo Hilarión Perafán de la Rivera, era natural de la provincia de Córdoba, Andalucía, acorde a DE-MARÍA Isidoro, “Extracto de la biografía del General Fructuoso Rivera”, en “Fructuoso Rivera Número Único”, Montevideo, 13 de Enero de 1894, p. 2).

[35] Relación de Manuel Lavalleja de fecha 31 de octubre de 1848; en “Las Primeras Ideas”, 2.a Época Año II, Montevideo, setiembre 21 de 1893, Tomo III Núm. 1, pp. 2-5. PICERNO, “El genocidio…” cit., pp. 189-210.

[36] Así llamaba Fructuoso Rivera afectuosamente a su sobrino Bernabé, a quien también, como dijimos, trataba como “hermano”.

[37] DÍAZ Antonio (hijo), “Historia política y militar de las Repúblicas del Plata, desde el año de 1828 hasta el de 1866” Parte Primera - Tomo II, Editores Hoffmann y Martínez, Montevideo, 1877, p. 86. ACOSTA Y LARA, “El país…” cit., p. 149.

Carta de Rivera al General Julián Laguna del 5 de abril de 1831, reproducida en PICERNO, “El genocidio…”, pp. 219-221..

[38] DÍAZ (hijo), “Historia política…” Parte Primera - Tomo II cit., p. 85.

[39] Probablemente se trate del cacique Venado.

[40] Quizá se trate de Vaimaca Pirú.

[41] “Extractos del Diccionario al Uso…” cit., p. 5.

[42] Se trataba de un grupo de tareas, dirigido por el entonces Coronel José María Luna, que estaba comisionado especialmente para retirarles las armas a los charrúas.

[43]  DÍAZ (hijo), “Historia política…” Parte Primera - Tomo II cit., p. 86.

[44] ACEVEDO DÍAZ Eduardo, “Épocas militares de los países del Plata” Segunda Edición, Buenos Aires Martín García Librero-Editor, Barcelona Casa Editorial Sopena, 1911, pp. 414-415 y 423. 

[45] Este relato de Eduardo Acevedo Díaz sigue básicamente a DÍAZ (hijo), “Historia política…” Parte Primera - Tomo II, pp. 85-86, quien su vez conocía a su vez los “Apuntes…” de su padre Antonio Felipe (en realidad estos últimos tienen escasísimas referencias a Salsipuedes). También ACEVEDO DÍAZ Eduardo, “La Cueva del Tigre”, en “La Época” Año IV Núm. 973, Montevideo, martes 19 de agosto de 1890, p. 1.  

[46] DÍAZ Antonio Felipe, “Apuntes varios sobre los indios charrúas, por el Brigadier General don Antonio Díaz”, Estado Mayor del Ejército, Departamento de Estudios Históricos División Historia, Montevideo, 1977, pp. 19 y 11.

[47] Relación de Manuel Lavalleja del 31 de octubre de 1848, en “Las Primeras Ideas”, 2.a Época Año II, Montevideo, setiembre 21 de 1893, Tomo III Núm. 1, pp. 2-5. PICERNO, “El genocidio…” cit., pp. 236-239 y 245-246. Picerno ubica el lugar de este segundo asalto por el Arroyo Cañas de Arerunguá, en Salto (“El genocidio…” cit., pp. 236 y 262). LÓPEZ MAZZ y BRACCO lo sitúan cerca de la confluencia del arroyo Blanquillo con el Queguay Grande (LÓPEZ MAZZ José - BRACCO Diego, “La Cueva del Tigre y los sucesos del 11 de abril de 1831”, en “Estudios Históricos”, Centro de Documentación Histórica del Río de la Plata y Brasil, Año XIII - Diciembre 2021 - Nº 26, pp. 11-12). Acevedo Díaz (“Épocas militares…” cit., p. 416) y Díaz (hijo, “Historia política…” Parte Primera - Tomo II cit., p. 86), nos brindan otra versión diferente a la de Manuel Lavalleja, aunque la unen con la misma refriega de Salsipuedes y no como hecho inmediatamente posterior: “El segundo regimiento buscó su alineación á retaguardia en batalla con el coronel Rivera á su frente; y los demás escuadrones, formando una grande herradura, estrecharon el círculo y picaron espuelas al grito de “carguen”. Bajo aquella avalancha de aceros y aun de balas, la horda se revolvió desesperada, cayendo uno tras otro sus mocetones más escogidos. / El archicacique Venado, herido por muchas lanzas, fué derribado en el centro de la feroz refriega.” (ACEVEDO DÍAZ, “Épocas militares…” cit., p. 416). De acuerdo a Antonio Díaz (hijo), “D. Bernabé Rivera formó en batalla á retaguardia de estos con el número 2°; el resto de las fuerzas formó circulo, y al toque de degüello, cayeron repentinamente sobre los indigenas, matándoles en casi su totalidad, incluso su cacique Vencol [Venado?], jefe principal.” (DÍAZ -hijo-, “Historia política…” Parte Primera - Tomo II cit., p. 86).

[48] “El Universal. Diario político, literario y mercantil” No. 532, Montevideo, 18 de abril de 1831. Este documento, dirigido al “Exmo. gobierno de la República” y bajo la autoría de Fructuoso Rivera, también se encuentra reproducido en PICERNO, “El genocidio…” cit., p. 247.

[49] ANAYA Carlos, “Apuntaciones históricas sobre la revolución oriental (1811.1851)”, Imprenta Nacional, Montevideo, p. 117. Lucas Obes recién será Ministro de Gobierno y Relaciones Exteriores y Ministro de Hacienda de Fructuoso Rivera, entre 1833 y 1834. 

[50] DÍAZ (hijo), “Historia política…” Parte Primera - Tomo II cit., p. 87. Ver también ACOSTA y LARA, “El país…” cit., pp. 153-154 y 204.

[51] ACOSTA Y LARA, “El país…” cit., p. 187. PICERNO, “El genocidio…” cit., pp. 263-264.

[52] ANONIMO (¿DE CUREL François?) “Arrivée de quatre sauvages Charruas, par le Brick Français Phaéton de Saint-Malo”, Imprimerie d’Hyppolite Tilliard, 1833, p. 7.

[53] DÍAZ, “Apuntes varios…” cit., p. 19. En muchos de los documentos del siglo XIX que hemos podido consultar, el cacique charrúa Sepé suele ser mencionado como “Sepe” (sin tilde).

[54] Los documentos respectivos están publicados en PICERNO, “El genocidio…” cit., pp.329-330.

[55] DÍAZ (hijo), “Historia política…” Parte Primera - Tomo II cit., p. 91.

[56] Carta de Bernabé Rivera al General Julián Laguna del 26 de julio 1831, y comunicación de Bernabé Rivera del 3 de febrero de 1832 al entonces Ministro de Guerra Santiago Vázquez. En PICERNO, “El genocidio…” cit., pp. 333 y 345.

[57] Comunicación de Bernabé Rivera al Ministro de Guerra José L. Ellauri del 23 de agosto de 1831, en PICERNO, “El genocidio…” cit., pp. 336-337.

[58] La suerte de Ramón Mataojo, quien terminó en Francia aunque no pudo embarcarse y luego continuó como marinero por el Mar Mediterráneo, muriendo estando en el mar, puede consultarse en RIVET Paul, “Les derniers charrúas”, en “Revista de la Sociedad ­Amigos de la Arqueología” Tomo IV, Montevideo, 1930, pp. 5-13.

[59] En Internet, ver “https://tacuarembo.gub.uy/stg/sobre-tacuarembo/historia/#:~:text=El%2024%20de%20octubre%20de,Presidente%2C%20el%20coronel%20Bernab%C3%A9%20Rivera.” (consultado el 26.2.2023).

[60] “El Indiscreto” núm. cit., p. 347.

[61] DE LA SOTA Juan Manuel, “Catecismo geográfico-político e histórico de la República Oriental del Uruguay”, s/e, Montevideo, 1850, p. 88.

[62] ANTÚNEZ DE OLIVEIRA Óscar, “Biografía…” cit., Parte II, en “El Soldado” Noviembre-Diciembre 1983, Año 9 No. 93, p. 26.

[63] DÍAZ (hijo), “Historia política…” Parte Primera - Tomo II cit., p. 91.

[64] ANAYA, “Apuntaciones…” cit., p. 118.

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Parte 3; En los inicios del Estado Oriental y el “tema charrúa”

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Parte 5: Continúan los operativos contra los charrúas. La rebelión guaraní-charrúa de mayo de 1832

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